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DISCOGRAFÍA | CRÍTICAS DISCOGRÁFICAS
MAHLER ÍNTEGRO

PABLO SÁNCHEZ QUINTEIRO


INTERPRETACIÓN | 9,5
SONIDO | 8,5
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1ª SINFONÍA
HUNGARIAN NATIONAL PHILHARMONIC ORCHESTRA
ZOLTÁN KOCSIS

BMC CD 188
CD | 54’47” ( 15.01 / 5.51 / 6.46 / 9.11 / 17.55 )
29 - 2 & 30-3-2004

Cada vez que aparece una nueva Primera de Mahler grabada en Hungría, interpretada y dirigida por músicos húngaros siento una emoción especial. Significa que ese arco en el tiempo que se inició en 1889 con el tumultuoso estreno en Budapest de la obra –en su forma primigenia como poema sinfónico- se cierra con la otra cara de la moneda: el reconocimiento por parte de la tierra que vio nacer la obra. No es la presente grabación de Zoltan Kocsis al frente de la Orquesta Filarmónica Nacional Húngara el primer ejemplo de lo que comento, pues ya a principio de los ochenta, el húngaro Iván Fischer grabó la obra con ¡la misma orquesta! Habrían de transcurrir 23 años hasta que volviésemos a tener una Primera exclusivamente húngara y es precisamente la que Kocsis aquí nos presenta. Es curioso y representativo de la magnitud de la discografía de la obra el hecho de que la orquesta nacional húngara entre medias haya grabado la obra en una tercera ocasión, en este caso para el sello Canyon y con un director nipón, Ken-ichiro Kobayashi (1992).

Para concluir la relación de Primeras exclusivamente húngaras es necesario añadir dos más: la de Zsolt Hamar con la Filarmónica de Pesc (2004), en este caso ni más ni menos que la versión de Hamburgo y ya en 2011 la más célebre, nuevamente con Iván Fischer, en este caso dirigiendo a su Orquesta del Festival de Budapest.

La grabación que ahora nos ocupa presenta el atractivo de incluir el Blumine, a mi juicio una decisión siempre acertada. Personalmente lo prefiero como una pista independiente pues su presencia como segundo movimiento –aparte de despistar a los oyentes inadvertidos- es ajena a la concepción final de la obra que Mahler elaboró en su etapa americana. En cualquier caso, con el poder que el mando a distancia nos otorga, los más estrictos pueden obviar la segunda pista sin la mayor dificultad.

Es un importante aliciente la dirección de Zoltan Kocsis, pianista afamado, muy especialmente en el repertorio Bartok, quien desde la última década está centrado en una carrera directorial. Un músico completo, pues igualmente ha hecho sus pinitos en composición, es un buen candidato para aportar una visión nueva a la obra y de hecho adelanto que estamos ante una Primera de una concepción muy atractiva e individual.

Kocsis demuestra que incluso en una obra tan archi-grabada como ésta se puede decir algo distinto. Y lo consigue sin necesidad de recurrir a excesos o histrionismos. Estamos ante una Primera muy sutil y de modo global comedida, incluso concisa, que está aderezada con continuos guiños a sus referentes más populares. Estos, unidos a una expresión siempre intensa y vívida, enganchan al oyente de principio a fin. Mi sensación es la de hallarme ante un auténtico descubrimiento. Es una pena que hayan transcurrido ¡diez años! desde su grabación hasta su lanzamiento. Una extraña decisión.

La toma de sonido no es estrictamente Live pues se aportan dos fechas bastante distanciadas, pero sin duda corresponden a conciertos en vivo y no a tomas de estudio –las toses del público son la mejor prueba. Hay una mínima pérdida de brillantez y una cierta homogeneización del sonido, pero a cambio se gana en realismo y objetividad.

I. Langsam, schleppend

La introducción de la obra es recreada con gran sensibilidad, de forma muy sutil y sugerente. Las intervenciones de las maderas son modestas, sutiles; contrastan con unas poderosas llamadas de las trompetas in die Ferne. Con la aparición del oboe y del conciso dúo de trompas la tensión aumenta. Kocsis realza acertadamente a la cuerda grave en la transición al primer tema; la aparición del mundo del camarada errante. Me gusta especialmente la forma en que Kocsis lo tiñe de una cierta melancolía. No hay lugar a la ingenuidad, ni a la alegría desatada. Nada que ver con danzón al que Dudamel nos tiene acostumbrado en sus Primeras. Cuando se alcanza el primer clímax, este es poderoso, muy efusivo, aunque un tanto inquietante.

Como es habitual, Kocsis realiza la repetición, a mi juicio algo más aséptica en esta reaparición –lo cual no tiene por qué ser un problema en sí mismo.

El Lento central se abre con unas maderas muy incisivas, subiendo Kocsis la dinámica algo más de lo habitual. No opta por el misterio, tal como hacen otros directores dilatando excesivamente el tiempo o jugando con los acentos, sino que crea un escenario desolador, muy en la línea del primer tema. Los cantos de las trompas recuerdan a un lamento fúnebre del estilo de los muchos que encontramos en la obra de Bartok, evocadores del mundo rural más desolador.

La resignación y el dolor dan paso a unas trompas puras, nada teatrales. Ciertamente son fidedignas llamadas de caza ¡Kocsis no cesa de desarrollar ideas propias!

La reaparición del primer tema aporta más serenidad que desenfado. Hasta el punto que un sutil cambio de agógica, parece anunciar más bien el despiporre del tercer movimiento que la gloria del final.

¿Cómo se resolverá una lectura tan tensa? Pues con un repentino paso de los más amenazadores agudos del violín a una coda triunfal en la que la entrada de cajas, triángulos y platillos marca por fin la deseada transición de la desolación a la esperanza. In extremis pero probablemente por ello tan impactante. Triunfal, pero todo hay que decirlo, sin explotar al máximo el rango dinámico, ni mucho menos.

II. Blumine

En el Blumine la Orquesta Nacional Húngara puede presumir de contar con un trompeta de primera fila, lo cual no sorprende dada la afamadísima tradición del país en dicho instrumento. Kocsis renuncia a la ensoñación, ofreciéndonos un interludio punzante y directo en el que repentinamente una enigmática y dilatada transición da paso a la sección central. Bellísimas las aportaciones de las maderas en su contrapunto al discurso previo del trompeta. Grandes dosis de nostalgia pero sin dilatar el tiempo. Me gusta especialmente la concisión en la entrada de los chelos.

El retorno de la primera sección, ahora con el oboe como solista es igualmente incisivo y conciso. Estamos ante un Blumine atípico por su sinceridad y sencillez. Un momento clave es el clímax del movimiento, un crescendo 100% bruckneriano en el que prima la contención. Este climax da paso a la frase final del movimiento en el que el trompeta nos vuelve a deslumbrar con un sonido pleno, limpio y redondo. Un impresionante morendo cierra esta interpretación de lujo que a mi juicio coloca a este injustamente menospreciado movimiento en el lugar que se merece.

III. Scherzo: Kräftig bewegt, doch nicht zu schnell

Lectura de la primera sección muy incisiva pero a la vez con cierta “pachorra” folk en las cuerdas. Me gusta especialmente la acritud, sobre todo en maderas. Las trompetas con sordina están fantásticas, sin ningún tipo de rubor, imprimiendo carácter. Concisión, primitivismo, folk: pocas veces he escuchado un primer tema tan rústico.

Dinámicamente Kocsis no exprime las posibilidades; su máxima es claridad por encima de todo. El tiempo es siempre muy contenido, pero muy efectivo. La transición a la conclusión resulta muy lograda y el cierre de la sección acertadamente efusivo.

Con estas premisas se preveía un Trío singular, y así ha sido. Muy directo, danzable, natural, sin recrearse en lo sentimental. Mínimos retardandos en el fraseo y fantásticas las maderas, imprimiendo carácter. Algo contenido en la fugaz danza, lo importantes que siempre suena fluido y natural.

El breve retorno de la primera sección se mueve por coordenadas similares; algo más vivo, pero nunca lapidario.

IV. Trauermarsch: Feierlich und gemessen, ohne zu schleppen

El tercer movimiento –cuarto en esta versión- es algo más convencional. El tiempo en la marcha fúnebre es vivo mientras que el solo del contrabajo, en su registro agudo, resulta áspero, algo exagerado, pero interesante. En las interjecciones de las maderas la dinámica está algo exagerada. Son punzantes pero no despiertan ironía o misterio.

La banda es también convencional, con un cierto carácter de charanga, pero nunca histriónica, sin embargo el vals resulta muy arrebatado. La sección del camarada errante es más bucólica que ensoñadora.

Curiosamente la reaparición de la charanga es mucho más desquiciante y en el clímax (7’53”) impresionan las carcajadas de los clarinetes. Un momento muy logrado.

V. Stürmisch bewegt

Un tanto sorprendente el inicio del movimiento con un primer tema que -siendo enérgico ¡a un tiempo muy vivo!-, carece del dramatismo al que estamos acostumbrado. La marcha es viva pero no lo suficientemente arrolladora. Tal vez el hecho de haya un cierto peso en el balance de la grabación hacia la percusión le resta brillantez.

Es más atinada la dilatada suspensión hacia el segundo tema y la lírica presentación del mismo, con un fraseo muy amplio y unas cuerdas con un color muy sugerente. El clímax y su transición a la re-exposición son muy convincentes.

Kocsis nos sorprende nuevamente en la re-exposición. Intencionadamente nerviosa, incisiva, nada grandilocuente… hasta la llegada de la gran fanfarria que anticipa la coda. Aunque no es la realización a la que más estamos acostumbrados, ni probablemente es la ideal, pocas veces suena este pasaje tan juvenil y fogoso. Sí, lo previsible en la música de un impetuoso genio de 29 años.

La reelaboración del segundo tema, orquestalmente impecable, nos traslada a ese momento desolador que describíamos en el primer movimiento. La melancolía desbanca al romanticismo del primer tema. Tras este pasaje la ansiedad y la energía de un Titán se apoderan de la interpretación. No hay descanso hasta la culminación final. Gran realización orquestal, con unos metales y maderas de primera línea y una dirección sin complejos, ajena a cualquier cliché que pueda haberse creado en torno a esta música. La integridad de Kocsis y sus músicos no encaja en el habitual per aspera ad astra que la obra a tantos sugiere. Un diez a una integridad que no será entendida por todo el mundo, aunque todo hay que decirlo, la reacción del público reunido en la sala de conciertos Frerenc Liszt de Budapest, recogida en la grabación, fue máxima.

En resumen, una magnífica aportación a la discografía de la obra que demuestra que todavía es mucho lo que los grandes músicos pueden decirnos sobre la archi-grabada música de Mahler.

© gustav-mahler.es