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DISCOGRAFÍA | CRÍTICAS DISCOGRÁFICAS
EL MAHLER ÍNTIMO, EL BOULEZ DE LAS SUTILEZAS

JOSÉ MARÍA CUADRA PÉREZ


INTERPRETACIÓN | 9,5
SONIDO | 9
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LIEDER EINES FAHRENDEN GESELLEN
RÜCKERT-LIEDER
KINDERTOTENLIEDER
THOMAS QUASTHOFF
VIOLETA URMANA
ANNE SOFIE VON OTTER
WIENER PHILHARMONIKER
PIERRE BOULEZ

DEUTSCHE GRAMMOPHON 477 5329
CD | 61.30
VI/2003

Este fue el primer CD que escuché de la saga Mahler Boulez, lo encontré por casualidad en la sección de música de unos conocidos grandes almacenes, buscando alguna buena versión de los Cuatro últimos Lieder de Strauss. No la encontré, pero en su defecto vi este CD de lieder orquestales de Mahler, ese compositor que desistí seguir escuchando sus obras, después de descubrir que le podía coger cierta manía a sus sinfonías por culpa de versiones “poco cuidadosas” en el detalle, en el color instrumental y cortas en expresividad y largas en barbarismos, amaneramientos y desgarros sonoros de dudoso gusto, como me pasó con la Titán al escucharla en la versión de cierto director del que no quiero dar nombre. Mahler, desde el primer momento, me pareció un maravilloso ser que merecía la pena esperar a encontrar una versión, o versiones, que realmente representaran una magnífica realización, tanto técnica, en la ejecución, la toma de sonido, como expresiva. Ya había escuchado una grabación de la Resurrección, y los Kindertotenlieder con Abbado y la Filarmónica de Viena, en el festival de Salzsburgo, de una factura magnífica pero de una calidad de grabación, digamos, no muy limpia; tenía ya, la que considero la mejor Resurrección, la de Otto Klemperer al frente de la Philharmonía en el sello Emi, ¿Quién no conoce esta joya de la discografía malheriana? Magnífica en lo expresivo, en lo objetivo, y una grabación fantástica para la época, que hoy en día no desmerece frente a las grabaciones y medios actuales. La Quinta con una versión de bajo presupuesto y, que puede ser, un buen ejemplo de ejecución al estilo del “funcionariado musical de orquesta del este”, y como muestra de todas las triquiñuelas llevadas acabo por una orquesta y las discográficas, como grabaciones por secciones, graduación desde la mesa de sonido de las dinámicas etc. Y otras tantas versiones de alguna que otra 4ª, 6ª y 8ª.

Hasta que me crucé con dicho CD, Pierre Boulez, Thomas Quasthoff, Violeta Urmana, Anne Sofie von Otter y la Filarmónica de Viena.

Acababa de descubrir Le Sacre du Printemps y el Tristan und Isolde por Boulez y me había hecho ya, una idea de Boulez como director, ya había escuchado calificativos que lo encuadraban en un ser muy frío y matemático, supongo que es por lo pensado de sus obras y por su carrera en Matemáticas, todos los buenos matemáticos de verdad, que conozco, son gente muy profunda. Pero la visión de estas obras no me decían eso, claro está que Le Sacre requiere de una gran técnica instrumental por parte de la orquesta y de un dominio de la técnica de la dirección formidables, pero veía una gran energía rítmica lejos de ser la de un músico frío, y menos de su edad, algo por el estilo pasaba con el Tristan de Wagner, no es el “Wagner” de Karl Böhm, todo ultra-romántico e increíblemente descorazonador que ya en los primeros 15 minutos quieres que acabe la ópera porque la angustia ya no te deja vivir, que nadie me entienda mal, no lo digo de manera negativa, pero es un estado al que hay que estar bien concienciado antes de entrar en el teatro si quieres escuchar dicha ópera en según que versiones; mientras que el de Boulez es de una transparencia y otras sutilezas más impresionistas.

Y pensé, buena orquesta, por la que no me dejaba impresionar, buenos intérpretes, y un director de orquesta, que, acababa de descubrir con unas grabaciones muy interesantes, y me motivó a salir de ese veto al que tenía la escucha discográfica de la música de Mahler.

Todo un acierto, la orquesta, en manos de Boulez, soberbia, de unas sutilezas magníficas, de un color tímbrico fabuloso, los solistas entregando su genio musical, creativo y técnico al maestro, para que los modelara para extraerles lo mejor de ellos mismos, y el maestro Boulez, de un saber técnico inmejorable, moldeado por los años de experiencia, y con un toque de ternura, tal vez dado por la edad, que se alejaba muchísimo del Boulez frío y cerebral de las obras de Webern y de Le marteau sans maitre.

A mí parecer, esta es una buena muestra de cómo Boulez trata la música de GM, fiel al papel, fraseos muy naturales, minucioso en el detalle de todas las articulaciones, un gran detallista de la calidad sonora, del empaste orquestal y del color instrumental, muy sensible a los diferentes caracteres de las armonías, a la retórica musical y textual, controlador del más mínimo detalle, sin dejar que su personalidad interfiera en la de la obra y del compositor, fiel a su estética y legado ideológico en lo musical y en el del oficio, de Mahler, como director, eso sí, no hay amaneramientos, romanticismo manieristas y exagerados, pero sí sensaciones mucho más sutiles, más inteligentes, sabores más puros y menos especiados que otras versiones, pero que son capaces de subyugar al oyente y dejarle sin respiración, Ich bin der Welt; abatidos y desconsolados, Kindertotenlieder; descorazonado en Die zwei blauen Augen; alegre y despreocupado, casi eufórico en Ging heut morgen übers Feld; fiero y enérgico Ich hab ein glühend Messer,.... Siempre fiel al texto musical, lejos de quererlo “mejorar” y de versiones más o menos comerciales que, con el pretexto de dar visiones nuevas y personales, no han cambiado mucho desde los años 70. En definitiva, una versión limpia, hermosa, expresiva, misteriosa, íntima, tierna, preciosa, con unos solistas vocales de primerísima línea, y una orquesta impecable, todo fiel al autor, y aún así, extrañamente nueva y distinta, aunque sí es verdad, es que dicho registro sonoro es el más íntimo y reposado de Boulez con el “músico bohemio” y en él no podemos oír los aspectos más violentos y heroicos del ciclo.

LIEDER EIENES FAHRENDEN GESELLEN

Wenn mein Schatz Hochzeit macht

Impresionante Quasthoff, una voz enorme, y a la vez íntima, viril pero con unas enormes muestras de ternura. Magnífico en los cambios de registro, como ya veremos en Urmana y von Otter, todos geniales, pasando de un extremo al otro de las emociones humanas, la orquesta parece cambiar de luz y de color con una facilidad también pasmosa, Boulez saca a relucir todas sus habilidades como director en este campo y en el de acompañante genial a las voces, la orquesta pletórica, solo una orquesta de tal nivel hace genialidades de los más sencillo, que no simple, sacando a relucir su característico timbre del que siempre hace gala. Este Lied concretamente se mueve en un terreno casi onírico, sonoridades y fraseos elegantes, que más que violento, es más bien, meditativo y nostálgico, casi errático.

Ging heut' morgen übers Feld

Precioso, un verdadero canto a la felicidad, lleno de ternura, como un “paseo matutino”. La orquestación y la conducción de las voces es fresco, lírico y ligero, de una gran transparencia, se van alternando las unas a las otras como si de un grupo de cámara se tratara, sin interferir en la línea melódica de la voz, pero sin perder protagonismo, apoyándola e ilustrando el texto sutilmente. La interpretación de Quasthoff muy fluida y dinámica, de un timbre precioso y aterciopelado, muy detallista en el fraseo, alegre, y una afinación impecable, con un vibrato sin excesos muy suave y expresivo. Cabe destacar el pasaje que comienza con las palabras “Nein! Nein!/Das, ich mein',/ Mir nimmer, nimmer blühen kann!“, de una expresividad conmovedora que contrasta grandemente con el resto del lied, en el que, casi llorando, concluye el cantante, seguido, tiernamente, por un violín y orquesta conmovedoras, que, como el canto de una madre, consuelan tiernamente a un niño que ha tropezado y caído jugando.

Ich hab' ein glühend Messer

Violento, furibundo, prácticamente operístico, la orquesta muy enérgica, nada de frialdad, locura, nada de sensiblerías. La orquesta responde genialmente a la altura del texto, siendo muy contundente, pero sabiendo apoyar a la voz sin ahogar al solista ni quitándole protagonismo. Interesante cambio dramático en “Wenn ich in den Himmel seh'” en el que orquesta y voz responden a las mil maravillas. Como fulminante es la reexposición, tremenda, como un golpe de gracia fulminante, con un final magnífico de una transparencia y oscuridad que hielan la sangre.

Die zwei blauen Augen

“Alla Marcia” Una verdadera marcha fúnebre que nos recuerda, ¿Cómo no?, a la “Trauermarsch” o la marcha fúnebre de la Titán. Uno de los mejores ejemplos de los lieder militares de Mahler, tan comentados, criticados, venerados, bueno que voy a decir sobre este tema que no se haya dicho. Una verdadera oda a la resignación sobre ritmos de marcha y “cajas destempladas”, en su cadencioso caminar Boulez y Quasthoff confieren un macabro y digno caminar hacia el “final” extremadamente decadente, cerrando el ciclo, casi, con el mismo carácter onírico con el que empezó, pero con cierto tinte macabro.

RÜCKERT-LIEDER

Antes de hacer una descripción pormenorizada de cada uno de los lieder hay que precisar que estos no están en el orden en el que se suelen interpretar, suelo ser muy dogmático con respecto a algunos aspectos pero sinceramente, este cambio en el orden está realmente acertado, hace una evolución magnífica de cada uno de los sentimientos representados en estas canciones de amor, la emoción del primer amor, “Blicke mir”, las ensoñaciones de la enamorada, “Ich atmet”, las declaraciones internas, “Liebst”, el desamor “Ich bin der Welt”, y el nuevo renacer de las cenizas “Um Mitternach”.

Blicke mir nicht in die Lieder

Juguetón, ingenuo, alegre y pícaro, de un color orquestal transparente y ligero, casi da la sensación de escuchar a las abejas revolotear alrededor, un verdadero reto sacar todo el color de una orquestación tan reducida, pero tan sutil y brillante. Los timbres de las maderas muy dulces y cálidos, el arpa y la cuerda muy empastadas, las trompas muy camerísticas sin destacar pero manteniendo su color, Urmana con una dulzura y una fluidez casi líquida.

Ich atmet' einen linden Duft

Está claro que la voz de Urmana es perfecta para estos lieder, verdaderamente es la voz de una joven enamorada, soñadora, su discurrir entre los arrullos de la orquesta es genial, un fraseo dulce y aterciopelado. La orquesta está tratada con un gran mimo, discurriendo el murmullo de los violines a las violas sin perturbación ninguna, mientras que los solistas parecen verdaderos pájaros de ensueño acompañando a la voz de la “enamorada”, las maderas solistas de un color tímbrico genial, las trompas, nuevamente perfectas.

Liebst du um Schönheit

El preludio perfecto del Ich bin del Welt. Dota a este de un mayor dramatismo, no está colocado aquí porque sí, ni mucho menos, es ensoñador, lleno de esperanza, sueños, anhelos, un verdadero canto de juventud, precioso de principio a fin, que realza, aún más si cabe, la belleza y soledad del Ich bin der Welt. La voz y la orquesta son una, en este y todos los lieder, la voz no es algo que valla aparte, todos los solistas, secciones y voz tienen una unidad y coherencia de fraseo, estilo y expresión absolutas.

Ich bin der Welt abhanden gekommen

Sencillamente genial, hasta el día de hoy pocas versiones llegan al nivel de la que estamos tratando, audicionando una y otra vez multitud de versiones, pocas llegan en tantísimos aspectos, a lo que llega la versión Urmana-Boulez-Viena. La voz inmejorable, de una técnica prodigiosa, enorme pero íntima, capaz de unos pianos, en registros agudos, plenos, ricos e intensos, una afinación impecable, el vibrato perfecto, ni mucho ni poco, de una dicción clarísima, hecha uno con la orquesta. La orquesta en su pleno apogeo. No es en las grandes sinfonías donde solo se ve la técnica y el saber hacer de un conjunto, que por supuesto que sí, si no, también, cuando ésta acompaña a un solista, ya sea instrumental o vocal. La delicadeza de este lied pone de relieve la calidad técnica y musical de todo un conjunto. Su instrumentación es compleja y difícil de hacer con la finura necesaria, si no se posee la técnica instrumental adecuada, y aquí la Filarmónica de Viena, demuestra con creces que es capaz de eso y de más, es una buena piedra de toque, tanto, para la sección de trompas, maderas y la cuerda, como también de los diferentes solistas, en este caso, corno inglés, oboe, violín etc.

Boulez es conocido por el timbre y depuración técnica que es capaz de conseguir de una orquesta, exprimiéndola al máximo de sus posibilidades para conseguir sus propósitos estéticos. Nada más empezar, el corno inglés, un ataque discreto y tierno, acorde con el arpa. Las maderas muy empastadas, pero sin perder su color individual. El clarinete aparece de la nada hasta que se convierte en solista de una forma tan natural y progresiva que parece haber estado ahí desde el principio, seguido por los chelos y luego por el balanceo de los violines, hasta que entra la solista sobre el colchón armónico finamente formado por los fagotes y la cuerda. La música va caminando paso a paso, con elegancia, sin detenerse, de una austeridad, y de un color, a la vez, increíbles. Alternándose las maderas, las trompas y la cuerda, todas manteniendo sus colores personales pero sosteniendo la misma atmósfera, ningún sobresalto, ningún momento donde la música pierda su emoción, un todo perfecto. La reexposición del tema, Ich bin gestorben, es de una emotividad impresionante, muy sencilla, cada vez más hacia el silencio, casi deshaciéndose en un diminuendo de la cantante con la cuerda casi etéreo, un in einem stillen de una sublimación y una soledad indescriptibles, entre la cuerda y la voz; que desemboca en un pasaje de clarinetes y trompa que no desmerecen en nada a los precedentes. Llegamos a un In meinem lieben, en la que cabe destacar unas maderas impresionantes y muy equilibradas y transparentes, que termina en un in meinem lied precioso. Y como si no hubiera bastante con todo esto, el corno inglés vuelve a entonar, por última vez, el tema principal, fundiéndose, como casi nunca he escuchando, con los violines, hasta tal punto, que uno no llega a apreciar donde termina uno, y donde comienzan los otros, en un morendo increíblemente precioso, en pianísimo, como pocos intérpretes consiguen.

Um Mitternacht

El color de la instrumentación, tan solo los vientos, arpa y piano, es genial, ese solo de oboe d´amore con su timbre tan “nocturno” junto al de los clarinetes, una obra magistral en miniatura de la orquestación al servicio del drama y de la escenificación sonora del texto, las escalas descendentes del contrafagot junto a los fagotes, magnífica la orquesta y director. La voz de Urmana fabulosa, asistimos como cambia de registro dramático de los lieder precedentes a este, un pesimismo, con el que empieza, muy distinto al primer lied, hasta el penúltimo Um Mitternacht en el que cobra fuerzas del desamor que quedó del Ich bin der Welt y termina en una triunfal fanfarria, en la que los metales llegan a frasear con tanta fluidez como si de un coro de voces celestiales se tratara, aquí Boulez hace que la orquesta cante junto a Urmana.

KINDERTOTENLIEDER

Aunque este CD fue el que me llevo al Mahler de Boulez, los Kindertontenlieder no eran, en dicha versión, santo de mí devoción, en parte influenciado por versiones anteriores. Por lo que dejé este ciclo aparcado un tiempo, para poderlo escuchar sin contaminaciones. Hay versiones más intensas, más enloquecidas, muy interesantes, en esta obra no voy a volver a mencionar eso de “versiones amaneradas”, ni de interpretaciones de “sonidos agrios y desagradables”, está claro que hay versiones malas y buenas, pero es de las obras que soportan, pero es de esas obras geniales que soportan muchas clases de interpretaciones, de las cuales, en otras obras de Mahler no estaría tan de acuerdo.

En Boulez no pienso que sea una versión definitiva dentro de la discografía malheriana, pero el enfoque que hace de los "kinder” es muy interesante, no es, a lo mejor, de los que cautivan a la primera, no sé, pero su tratamiento es realmente interesante. Es curioso como los trata, a pesar de la orquestación tan rica, capta desde primera hora su carácter camerístico e intimista, no son los típicos lieder desgarrados de Abbado en los que una madre no puede contener su dolor, el cual, sale despedido por todos los poros de su piel a cada momento que la orquesta lo permite; si no más bien, son una serie de nanas, de una madre que sumida en todo su dolor no puede asimilar la realidad de lo que le ha pasado, en el que se mezcla la añoranza con canciones infantiles de trasfondo muy lúgubres, resignación a veces, ternura otras, anhelo por ignorar la realidad a la vez que las lágrimas no cesan de brotar.

Nun will die Sonn' so hell aufgehn

La interpretación de von Otter es el reflejo de la consumación de una derrota, nada de divismos ultra-románticos en busca de la congestión facial y gutural, es la letanía de la “nana del infante eternamente durmiente”, igual que en Wagner, la orquesta es la que revela la naturaleza real e interior del drama en los tutti orquestales, los cuales exponen, no imponen, dichos sentimientos con toda naturalidad, mientras que, cuando interviene la voz, los solistas parecen la encarnación del dolor dulce de la muerte que consuelan, en la desesperación, a la doliente. Boulez resalta la desnudez de la orquestación y lo descarnada de esta, el arpa resulta casi hipnótica, la trompa oscura, el oboe solitario y sobrio. Soledad, abatimiento y una sensación de tiempo detenido y estático, aunque la música no resulta monótona ni anodina.

Nun seh' ich wohl, warum so dunkle Flammen

Los chelos lo dicen todo al comienzo, descorazonador de principio a fin, una interpretación implacable desde el interior y el dolor contenido y puro, sin solución, no se sabe bien, si es la orquesta, la cantante, o el director ¿Quién dirige a quien? Todos juntos como un solo ente se apoyan como las muletas “dalinianas” en su andadura por un universo desamparador, las luces de Ihr wolltet mir mit eurem Leuchten sagen el único respiro, que usa el maestro francés para enfatizar la vuelta al tema inicial y a esa conclusión interrogante que se vuelve más fatal y oscura si cabe.

Wenn dein Mutterlein

Tan oscuro y siniestro como su precedente, en el que Boulez y von Otter imprimen, además, una nostalgia ya antigua, parece como si fundiera en los sentimientos fúnebres, el recuerdo de su madre y su drama de juventud, escuchando esta versión sentí por vez primera un sentimiento distinto a los demás lieder de este ciclo, y es ese, el de la añoranza, haciendo un paralelismo con la letra, no es ningún disparate pensar, después de escuchar esta versión, que dicho lied es una canción para un pequeño niño llamado Gustav que perdió a su madre, y no el de una madre cualquiera que perdió a su hijo; al oír esta versión creo que podemos escuchar al Mahler niño más que al Mahler padre que perderá a sus hijos.

Oft denk' ich sie sind nur ausgegangen

Cuantas veces hablamos del Mahler irónico, de cómo usa los modos mayores, no para transmitir alegría, si no para usar esta como una ironía de la vida, o incluso como caricatura cruel. Este lied se puede ver como un alivio a la tensión dramática del ciclo, pero aquí la interpretación de von Otter va por otros derroteros, comento como en los lieder anteriores es la orquesta, con sus colores y sus insinuaciones, la que nos muestran un trasfondo más oscuro de lo que la voz nos deja ver a priori, en este caso es a la inversa, la orquesta aparece tierna, inocente, casi pastoral (aunque algún guiño de oscuridad no falta), y es la voz de von Otter la que nos transmite ese trasfondo de preocupación y miedo, de quién, temiendo el fatal desenlace, nos quiere convencer de lo contrario, sin conseguirlo, así es como se oye a von Otter. Es una de las múltiples sutilezas de este registro que lo hacen tan especial.

“In diesem Wetter, in diesem Braus”

Querría destacar este último lied, como refleja la desesperación de “la madre” que no deja de echarse en cara lo que podría o no haber hecho, lo que podría haber sido de tomar otra decisión, el hecho está inevitablemente consumado, la orquesta avanza implacable, los oboes son ácidos, los pizzicatos se clavan como puñales, la cuerda es obsesiva y reiterativamente angustiosa, los chelos y contrabajos siniestros casi diabólicos, las trompas insidiosas; hasta el último In diesem Wetter es una verdadera genialidad, como la orquesta va dando paso al clima de serenidad, el cual no llega hasta Der Mutter Haus aquí el canto de las flautas introduce tranquilidad y poco a poco se instaura la paz y el alivio del sufrimiento, pero hasta llegar a dicho pasaje, la orquesta suena casi expresionista, dando la sensación de ser el Mahler de la 10ª sinfonía o de un verdadero Schönberg. En versiones como esta se es consciente de que final tan magnífico y sobrecogedor, pasa del dolor a la locura, una locura que ralla lo enfermizo, pero gracias a Dios, pasa al descanso eterno, con un final realmente magnífico con ese color de la celesta en el registro grave, muy poco usado por los compositores, que al escuchar este lied, se puede uno convencer de que La canción de la Tierra, al reconocer el paralelismo, era un adiós a su hija y no a Alma, por supuesto, una apreciación un tanto subjetiva, pero no excenta de alguna razón.

Este ciclo sobre los textos de Friedrich Rückert cobran una dimensión más adulta, que adolescente, en la visión del dolor, está claro que no está escrita a la muerte de su hija, aunque parezca un tenebroso presagio, esta versión no solo es una visión de un dolor más interior y personal, sino que, Boulez y von Otter le dan una visión más cercana, no a la muerte de sus hijos, sino más bien, a su infancia, la muerte de sus hermanos y el dolor de su madre.

Un hermoso viaje lleno de toda clase de imágenes muy personales, el hombre solo ante el mundo, el amor, la muerte, la infancia, la amistad, la madre perdida. Este CD no se sí es de los que hacen época, no pienso que Boulez pretendiera eso, pero aún así, es curioso el interés tan profundo que se ha tomado el maestro francés en los ciclos de lieder, ya no solo en este, si no en los Wunderhorn, un trabajo de artesanía minucioso, precioso, lleno de detalles tanto técnicos como expresivos, no se le pasa ni uno solo por oculto que sea este, transmitiéndonos todo un mundo de sensaciones no tan obvias y “mensajes” ocultos, que a través de la música nos acerca a nuestro yo interior y más humano. Estéticamente, sí hay que hacer un paralelismo visual, o más bien pictórico, lo haría más con el de un Alphonse Mucha que con un Gustav Klimt; pienso que esta visión de Mahler está más relacionada con las brumas y colores del Art Nouveau que con la pintura Secesionista de Klimt, con el que se le relaciona tanto.

23-XI-2011

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