Jonathan Nott y su Bamberger Symphoniker se enfrentaron, luego del suceso
provocado por una excepcional Novena, con el duro reto de convencer, y más
aun, deleitar a todos los exigentes mahlerianos. Es evidente que, debido a la
alta proliferación de versiones y novedades discográficas, entrar y competir en
esta feroz lucha por la supremacía mahleriana no es tarea fácil.
No son pocos los que piensan en la aportación, o novedad radical, que una
versión debería poseer para tener la supuesta importancia necesaria para salir
al mercado, de este modo se leen muchos comentarios en los que como
conclusión se apunta que tal o cual versión “no aporta nada nuevo”. Soy de los
que piensa que en este tipo de actividad, me refiero a la de dirigir e interpretar
una obra de un compositor, no necesariamente tiene que existir como
ingrediente principal, y mucho menos indispensable, el aportar
revolucionariamente algo nuevo, y digo revolucionariamente porque ya, en la
situación en la que estamos, con más de 160 versiones de la Segunda de
Mahler, hay que ser en cierta forma un revolucionario para lograr aportar algo
completamente nuevo sin desviarse verazmente del contenido de la partitura.
Se trata pues de interpretar una obra que, más que novedosa, sea coherente,
provoque en el oyente el deleite y la admiración, el impacto y la pasión, el goce
intelectual, que se le debería atribuir a una obra musical de tal calado.
Aun así considero que Nott y su Bamberger Symphoniker revolucionan en
cierto modo la perspectiva habitual que solemos tener, o mejor dicho, para no
poner palabras en boca de otros, que suelo tener respecto a las obras de
Mahler en disco. No solo su excepcional Novena, que ya comenté en este
mismo apartado de la página Web, sino que también su Cuarta, la cual será
reseñada en un futuro cercano, su Tercera, que contará con la ya conocida y
especializada opinión de Pablo Sánchez Quinteiro, y esta Segunda que tengo
intenciones de comentar ahora, reúnen, todas ellas, características que las
hacen novedosas incluso para oyentes muy curtidos en cuanto a Mahler se
refiere. Pero la novedad no tendría valor si no viniese acompañada de una
coherencia estructural, un profundo conocimiento de los pentagramas y un
despliegue orquestal que diera soporte a las intenciones del director, y más
difícil aun, a las del compositor. Nott y la Bamberger Symphoniker están
creando un ciclo que realmente resulta innovador, sólido y que abre nuevas
puertas en cuanto a futuras ejecuciones.
Con estas premisas intentaré dar mis impresiones sobre esta Segunda en
concreto. No quiero dejar pasar la oportunidad de expresar mi agradecimiento
a Manuel del Río Quiroga, por la paciencia que ha tenido en cuanto al tiempo
de espera para la realización de esta reseña. Han sido muchos los
inconvenientes de fuerza mayor que me han llevado a realizar este texto luego
de tanto tiempo, es ahora, en estos días, cuando realmente he podido
escuchar atentamente la versión e intentar comunicar mi sensaciones al
respecto. Estoy seguro de que, como sucede con toda crítica, habrán muchas
personas que no estén de acuerdo y otras tantas que sí lo estén, y muchas
otras que por alguna anterior experiencia ya le habrán cerrado por completo la
puerta a Nott. Desde mi experiencia solo puedo decir que este ciclo no para de
sorprenderme, cada palabra que digo nace de mi impresión directa, intentando
en todo momento que los prejuicios no interfieran en la escucha de cada nueva
versión. Cada una resulta una nueva experiencia y una nueva oportunidad para
ponerle a prueba, si siento que ha fracasado, pues eso, ha fracasado, si es lo
contrario, lo mismo, pero creo que nunca se le debe cerrar la puerta por mala
que haya sido una experiencia, ya no solo a Nott sino a cualquier otro director.
El Allegro maestoso se abre de manera decidida, con un tremolando agresivo e
impactante, lo cual desde un inicio introduce al oyente en la obra. La cuerdas
graves hacen su entrada con extrema violencia, lo cual me trajo a la memoria
por un instante la famosa versión de Mehta con la Wiener Philharmoniker. La
detallada transparencia de la interpretación, marca de la casa, y la
impresionante toma de sonido permite que el tremolo inicial de violines y violas
se perciba claramente, como sosteniendo los ataques en sucesivas embestidas
de los violonchelos y los contrabajos. El viento hace su entrada de una manera
fluida, sin ser punzante como en otras versiones, pero guiando al oyente hacia
la primera explosión.
Aquí quiero hacer un paréntesis para expresar una opinión respecto a la
percusión de la Bamberger Symphoniker, principalmente en lo que se refiera a
los timbales y los platillos. En ocasiones he tenido la oportunidad de leer
comentarios en los que se le atribuye un sonido de la percusión un tanto
descuidado, “chatarrero” es la palabra que en ocasiones se ha utilizado. Es
verdad que la percusión de la orquesta es particular, es un tanto rustica y sobre
todo muy densa, pero luego de escuchar lo que va del ciclo, queda claro que
es una decisión explicita del director. Se podría decir que es una característica
de la orquesta. Cambiar las cualidades sonoras de los timbales y los platillos
no tendría costo alguno en la actualidad, menos aun para una orquesta que se
encuentra en su cresta histórica en cuanto a reconocimiento nacional e
internacional se refiere, esto hace evidente que a Nott le complace este
característico sonido. Una opinión ya mucho más personal, y más que nada
basada en mi intuición, es que una percusión del tipo le va como anillo al dedo
a la música de Mahler. En repetidas ocasiones el compositor dio muestra de
insatisfacción con la poca intensidad y densidad con la que se ejecutaba
algunas secciones de su obra en cuanto a percusión se refiere. Nott hace que
los timbales en particular irrumpan de una manera muy densa, rustica, en cierto
modo pareciera que es poco estilizado, sin embargo consigo estas
características más bien interesantes y muy bien meditadas, antes que pensar
que se trata de un simple descuido o un bajo nivel de la orquesta y el director
como insinúan algunos.
Continuando con el primer movimiento, para Nott el equilibrio entre lo
microscópico y lo global es muy importante. Sin embargo, también es cierto
que a momentos suele dar prioridad al aspecto del mínimo detalle, al
micromundo. El inglés tiene la habilidad de no perderse en semejante
microscopía, cosa que suele suceder a otros directores cuando intentan llegar
al átomo sin perder la perspectiva general en su conjunto. Esta es una de las
grandes virtudes de Nott, lograr en una visión microscópica no perder la
coherencia. Creo que todos los que hemos trabajado con un microscopio
sabemos lo difícil que es mantener los puntos de referencia global en medio del
punto de enfoque del microscopio, soy consciente de que con este ejemplo me
he desviado del terreno meramente música, pero es un ejemplo por el que
intento transmitir una serie de reflexiones a las que he llegado debido al
tratamiento que Nott suele hacer en determinados pasajes. Así pues, aunque
se eche en falta de vez en cuando una entrega emocional tan sublime como en
la excepcional Segunda de Tennstedt publicada el año pasado, Nott realiza
una tarea que provoca el goce intelectual al oyente.
A partir del minuto 7’46’’ la interpretación deriva en lo que resulta también una
característica típica del director, que en mi opinión resulta muy discutible,
característica que se pude apreciar como antecedente en el primer movimiento
de su Cuarta, en el cual abusa de la contención y ralentización del discurso
hasta crear una uniformidad tal que llega a provocar incluso ansiedad.
Personalmente no he logrado digerir del todo este modo de hacer del que a
momentos abusa el inglés. Dicho letargo tiene su encanto, el entramado
orquestal se hace claro, pausado, homogéneo, como quien viera una película
en cámara lenta, constante hasta el límite. Afortunadamente, luego de este
paréntesis en el que todo pareciera perder la fuerza de la gravedad y dejarse
arrastrar pausadamente, a partir del minutaje 13’25’’, la orquesta vuelve a
cobrar vida. El pasaje en el que los arcos golpean la madera es avasallante,
acompañado por los timbales pero siempre audible el rítmico golpeo de los
violines, Nott no hace ningún retardando en este punto, mantiene el discurso
como específicamente pide el compositor. Aquí tengo que hacer una mención
especial a la versión de Christoph Eschenbach con la Philadelphia Orchestra,
el director alemán haciendo uso del retardando crea lo que es, para quien esto
escribe, la mejor reproducción de este pasaje. Es una decisión controversial y
muy discutible, pero que me fascina, los arcos golpean a una rítmica particular,
puntuando de tres en tres sobre el diapasón hasta llegar al tercer grupo, es
decir, al noveno golpe, para luego volver a bajar, partiendo por la primera
cuerda y acabando en la cuarta para retornar progresivamente, es por ello que
seguramente Eschenbach se toma dicha licencia, de lo contrario sería
prácticamente imposible abarcarlo.
El clímax es ejecutado como manda, sin mucha contención y con fuerza
inusitada, culminando con el estruendo fortísimo del pessante. La
recapitulación es recreada de manera fluida, el final es rápido y enérgico pero
sin perder la puntuación en la escala descendente.
En el Andante moderato Nott y su orquesta parten ya desde un principio con la
característica contención descrita en párrafos anteriores. Dicho recurso en
ningún momento es utilizada por parte del director para crear mayor impacto, al
contrario, es empleado aparentemente para ralentizar uniformemente, y sin
concesiones, el discurso, sin otorgar puntos de aceleración para intentar
sorprender e impactar. De este modo nos encontramos con un segundo
movimiento que, desde el primer momento y prácticamente hasta la sección de
pizzicatos (7’40’’), antes pasando por el clímax del movimiento (energisch
bewegt), también contenido como lo ha sido el resto anterior, se transforma en
una especie de lenta danza suspendida en el tiempo y en el espacio para
finalmente desintegrarse delicadamente. Mención especial a los violines en el
lírico pasaje luego de los pizzicatos (8’51’’), aquí Nott da rienda suelta a la
emotividad, con un exquisito fraseo, haciendo que la música fluya de un modo
muy cantabile.
El tercer movimiento, iniciado con los dos respectivos golpes de timbal, ya da
señales de como va a transcurrir el resto del movimiento, e inclusive de la
totalidad restante de la interpretación, se tratan de dos golpes bien
diferenciados pero amortiguados, nada que ver con el espectacular estruendo
de versiones como la de Fischer con la Budapest Festival Orquesta. En este
caso Nott nos sigue entregando una versión serena, contenida sino en su
totalidad sí en la mayoría de ella. Sinceramente me ha impresionado lo
comedido que resulta el movimiento. Si hay un pasaje en toda la Segunda de
Mahler en donde los directores suelen intentar impresionar es en este
movimiento. Nott por su parte se decanta por desarrollar el discurso
pausadamente, serenamente, e ir aumentando progresivamente la tensión
hasta el final de la sinfonía.
Volviendo al inicio del movimiento, luego de los golpes de timbal, las cuerdas
danzan a ritmo lento pero implacable. A partir de aquí ya todo fluye sutilmente.
Se echa en falta más emotividad, sobre todo en el segundo tema, pero la
perspectiva de Nott profundiza en la filosofía de la música. La orquesta ejecuta
impecablemente el movimiento. Caso aparte resulta el clímax del movimiento,
en donde sorprende e incluso asusta la brutal intensidad con el que es
ejecutado, es como si naciera de la nada y arrasara con todo a su alrededor.
Apartando este pasaje, lo que caracteriza al movimiento es la contención, una
serenidad contradictoria y un gran detallismo estructural.
El Urlicht es ejecutado por la contralto Lioba Braun, la cual fue vista y
evidentemente escuchada recientemente en Granada, interpretando
precisamente una Segunda de Mahler, en este caso la dirigida por Eschenbach
junto a la Orquesta del Festival de Schleswig-Holstein. Posee un timbre con
matices oscuros, con gran sonoridad y uso moderado del vibrato. El
movimiento se caracteriza por un excelente empaste entre solista y orquesta,
siendo de gran serenidad y delicadeza.
El estallido inicial del Finale es impactante pero no excesivo como en las
versiones de Bernstein o Solti. Nott sigue con su planteamiento contenido pero,
como expliqué anteriormente, va tensando el discurso poco a poco. El primer
crescendo (7’45’’) es magistral, Nott no opta por dilatar en exceso la explosión,
más bien intenta ser directo y natural. Como curiosidad señalar que a Nott se le
escucha con claridad (7’53’’) en un gesto liberatorio, luego se le vuelve a
escuchar en otros fragmentos. La orquesta responde perfectamente, sobre
todo en lo que a los metales se refiere. El sucesivo crescendo (9’50’’),
exclusivo solo a la percusión y dividido en dos envestidas, parte de un dilatado
silencio de ultratumba y es ejecutado al pie de la letra (molto ritenuto).
Es en la “Marcha de los muertos” en donde Nott libera a la orquesta del yugo al
que la tenía sometida, la constante retención a la que había sido expuesta
deriva ahora en una liberación enérgica pero sin llegar a extremos violentos,
cumpliendo a rajatabla los deseos de Mahler (Allegro energico). El director
ingles es muy cuidadoso con no añadir dramatismo ni exagerar aristas. Nott
imprime nostalgia en el sucesivo pasaje (14’19’’), el cual va tomando forma y
acelerando sus entidades hasta la perfecta conclusión con el estallido que
finaliza el piu mosso. El Langsam que precede a la entrada del coro es
hermoso. Nott se toma cinco segundos de pausa antes de dar entrada al
susurrarte conglomerado de voces. El timbre y la exagerada intensidad de la
soprano alemana Anne Schwanewilms, conocida entre otras cosas por su
interpretación en la Octava de Riccardo Chailly como segunda soprano (Una
Poenitentium), no es a mi gusto el más adapto para esta interpretación.
La Bamberger Symphoniker está enorme en este último movimiento, su
aportación luego del coro con soprano es maravillosa, tal vez el mejor
momento de toda la grabación. Mientras lo escucho me cuesta escribir, pone la
piel de gallina, es sublime. En definitiva, el ascenso final, desde que nace del
silencio y se propaga a través del coro, pasando por uno de los más sublimes y
hermosos pasajes musicales que se hayan escrito nunca, hasta el final
apoteósico, son en manos de Nott y su orquesta una autentico goce para el
ánima.
21-VII-2011