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DISCOGRAFÍA | CRÍTICAS DISCOGRÁFICAS
OLIMPIADAS MAHLERIANAS

PABLO SÁNCHEZ QUINTEIRO


INTERPRETACIÓN | 7
SONIDO | 9
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3ª SINFONÍA
ANNA LARSSON
LADIES OF THE LONDON SYMPHONY CHORUS
TIFFIN BOY’S CHOIR
LONDON SYMPHONY ORCHESTRA
VALERY GERGIEV

LSO 0663
2 SACD | | 52.42 (32.22 / 9.41 / 17.20 / 8.35 / 3.50 / 20.22)
IX/2007

Recojo el testigo de nuestro amigo y colaborador Albert Ferrer i Flamarich quien recientemente ha comentado las grabaciones de la Primera y de la Sexta Sinfonía por Valery Gergiev y la Sinfónica de Londres editadas en LSO Live [ver 1ª / ver 6ª] para compartir con los lectores mis impresiones acerca de una de las entregas más esperadas del ciclo, la Tercera Sinfonía. La grabación se corresponde al concierto que inauguró la primera temporada de la orquesta con Gergiev como director titular, la 2007-2008. Aunque este concierto tuvo lugar el lunes 24 de septiembre los datos que figuran en el libreto del CD se reducen a un escueto septiembre del 2007 con lo que es de prever que la grabación no ha sido estrictamente elaborada en base a lo que fue dicho concierto. Estamos una vez más ante una práctica habitual en los sellos pretendidamente Live. Sí es cierto que afortunadamente los aficionados disponemos de la retransmisión radiofónica del propio concierto emitida en su día por la BBC la cual se corresponde en lo fundamental a lo que es la versión discográfica. Escuchando esta retransmisión se observan no pocos deslices, especialmente en la segunda parte de la obra, todos maquillados en la versión oficial, afortunadamente habría que decir, pues estos lapsos comprensibles no harían justicia a lo que constituye una excelente actuación de la LSO.

Hasta la aparición de este ciclo conocíamos incipientemente el Mahler de Gergiev gracias a las retransmisiones radiofónicas de conciertos con su orquesta de Rotterdam o con la del teatro Marinsky. Retransmisiones que mostraban un Mahler impregnado de esa energía atávica que ha hecho célebre al director ruso. Especialmente recomendable considero la retransmisión de la Sexta que llevó por España en el año 2002. En ella ya se expresan los genes que caracterizan a su Mahler. La indeleble impresión que esa interpretación dejó en público y crítica está perfectamente reflejada en la reseña de Ángel Riego Cue en filomusica.com [ver]. Frente a estos prometedores antecedentes parece existir un cierto consenso en que este ciclo Gergiev está resultando una relativa decepción. Si bien en el aspecto de la toma de sonido los técnicos de LSO Live han superado exitosamente las limitaciones de la seca acústica del Barbican ofreciéndonos -especialmente en multicanal, no tanto en estéreo- grabaciones de un realismo y una presencia extraordinaria; en el terreno interpretativo estas grabaciones no sobreviven a las expectativas creadas por esos prometedores antecedentes citados. Las señas de identidad del Mahler de Gergiev están ahí: lecturas sin ambigüedades, rotundas, con un gran despliegue de tensión de principio a fin, pero al mismo tiempo estas interpretaciones están lastradas por contrastes de tiempo y dinámicas extremos, cuestionables elecciones de tiempo, muy particulares soluciones tímbricas y discutibles decisiones de balance entre las distintas secciones orquestales.

No debemos olvidar un hecho fundamental: si abordar en una única temporada una integral mahleriana es una empresa más rimbombante que sensata, decidir plasmar dichos conciertos en CD sólo se le puede haber ocurrido a un enemigo de orquesta y director. Un ciclo discográfico mahleriano requiere que cada sinfonía sea madurada e interiorizada y esto sólo se consigue con un número de ensayos y conciertos apreciable, algo especialmente ajeno a una orquesta con una agenda tan exhaustiva y polifacética como la Sinfónica de Londres.

A mi juicio ciclos como éste constituyen unos auténticos juegos olímpicos mahlerianos, más apropiados para satisfacer el ansia mahleriana del público que para lanzar al mercado una integral discográfica. El resultado de semejante temeridad es que Gergiev, uno de los directores llamados a renovar la discografía mahleriana actual está brindándonos una serie de grabaciones que sin estar exentas de interés difícilmente van a convertirse en referencias para público y crítica.

Nada más lejos de mi intención que condenar este Mahler de LSO Live con esta introducción crítica. Aunque alejadas de la excelencia sí es cierto que hay numerosos alicientes que invitan al disfrute de este ciclo. En ningún momento convencional, nunca aséptico o insulso, la aproximación a Mahler de Gergiev, fresca, desinhibida, en ocasiones insolente, resulta especialmente atinada para determinados movimientos mahlerianos. Y sin duda uno de ellos es el primero de esta Tercera Sinfonía pues de hecho se trata de una lectura exultante, arrolladora, de una vitalidad contagiosa, tal como corresponde a esta explosión orquestal juvenil de Mahler. Una parte importante del éxito radica en una fabulosa Sinfónica de Londres que tanto a nivel individual como colectivo caracteriza perfectamente este caleidoscópico primer movimiento. Por si fuera poco la reproducción del SACD –frente a la más correcta capa de CD, insisto en este punto- convierte la escucha de este movimiento en un viaje alucinante.

Viaje que se inaugura con una singular fanfarria: aunque decidida, áspera y carente de nobleza. A mi juicio estamos ante una interesante aportación de Gergiev quien elige una opción infrecuente pero coherente con la atmósfera inicial del movimiento. Tras ella nos encontramos con uno de los problemas que marca a esta grabación ¡y a buena parte del ciclo!; la desmesurada preponderancia dinámica que Gergiev concede a la percusión, especialmente timbales y bombo, salvajemente resonantes. Escúchese por ejemplo el minuto 1’09” o el 2’10”. También brutales los golpes de timbal a 2’31”, feroces y nerviosos a la vez. Sólo me cabe pedir precaución con el volumen del reproductor. Sin duda esta no sería una advertencia gratuita en el libreto del CD.

Al margen de esa cuestión de balance, la fuerza demoníaca que Gergiev contagia a sus músicos es una de las cualidades positivas de esta Tercera. Así, en la decidida marcha del verano disfrutaremos de unos metales deslumbrantes, vientos incisivos y cuerdas enérgicas y empastadas. Pero antes de llegar a ella los solistas no muestran su sutileza en pasajes como el solo de violín (5’27”) nervioso, incisivo, intencionadamente feo o el solo de trombón de Dudley Bright, quien está sencillamente extraordinario en sus tres intervenciones solistas en el movimiento. Brillante Bright que en los tres casos se distingue por su musicalidad, por la elegancia de su fraseo y la hondura de su sonido. En la transición entre el primer solo y la aparición de la marcha citada no puedo dejar de pasar por alto la intervención de los contrabajos (8’30”) en un pasaje que aunque se pueda considerar secundario es recreado con un dramatismo que corta la respiración.

¡Y llega por fin el verano! Schwungvoll (plena de dinamismo) ha de resultar la marcha y no cabe duda de que Gergiev no tiene problema en así recrearla. Desde su arranque contagiosa, enérgica, dinámica pero también con una cierta crispación latente: energía y sutileza combinadas de una forma magistral. Tras una certera disipación de tanta energía y la reaparición impecable del trombón, la marcha reaparece en esta ocasión de forma más pulida, más redonda, culminando en un éxtasis demoledor que se resuelve rozando el atropellamiento... pero no importa; ahí está toda la furchtbarer Gewalt -abrumadora energía- que Mahler pide a los músicos. Al igual que la segunda marcha, también la segunda fanfarria resulta más prístina; en cierto modo las brumas iniciales se han ido disipando. Ésta da paso a la tercera intervención de Bright. Gergiev parece saborearla plenamente desde el podio, dejando explayarse al solista en su sentida recreación ¡Y con razón lo hace! Si se me permite la hipérbole ¡estamos ante un solo que merece ser escuchado hasta la saciedad! Tras ella de forma gradual el director incrementa la tensión para concluir el movimiento con la habitual traca final que es expuesta en una clave plenamente afirmativa.

Si en el extrovertido primer movimiento Gergiev y su orquesta se han encontrado plenamente a gusto, el segundo demuestra que las sutileza de orquestación y el lirismo mahleriano más intimista no son ajenos a orquesta y director. No olvidemos que “Lo que me dicen las flores del campo” es una de las piezas mahlerianas más levemente orquestadas. Los contrabajos intervienen casi exclusivamente aportando sus pizzicati, la percusión más grave apenas es utilizada y los violines cantan las más fluidas y despreocupadas melodías.

El movimiento se abre con la hermosa melodía del oboe -subrayada por los pizzicati de las violas- delineada de forma muy sutil y delicada. El Etwas bewegter (2’03”) se sucede casi inapreciablemente a un tiempo más vivo, respetando por tanto la letra de la partitura y sin caer en la tentación de determinados directores de desquiciar el discurso. Y ya en el Noch etwas drängend (2’24”) Gergiev da rienda suelta al virtuosismo de la orquesta que con gran soltura ofrece una vertiginosa lectura.

A lo largo de todo el movimiento las secciones líricas resultan directas, sin excesivo sentimentalismo; incluso con una cierta austeridad (5’10”), pero como digo, siempre con un gran refinamiento. Como era de esperar la conclusión es sencillamente una obra de artesanía musical.

El tercer movimiento Comodo. Scherzando. Ohne Hast se mueve por coordenadas similares con un excelente viento en su arranque (oboe, piccolo y clarinete). Gergiev, sorprendentemente, imprime una cierta contención y elegancia al discurso. Tanta sutileza no era lo esperado en él, desde luego. Es la suya una lectura clara, prístina, en la que se oye absolutamente todo. Sólo en el sehr breit und züruckhaltend (3’26”) se introduce una cierta crispación pero insisto, muy sutilmente. Esta equilibrada versión se ve respaldada por la orquesta que transmite una sensación de cohesión no tan habitual en la discografía como nos gustaría. Los solos, más que episodios de lucimiento parecen encajar como anillo al dedo en este sólido discurso. Merece ser distinguido el violín de Carmine Lauri (5’10”) que una y otra vez subordina su protagonismo al papel de un mero catalizador del discurso orquestal.

La interpretación del primer solo de Flügelhorn (5’47”) –excelente en el CD el trompetista invitado Christopher Deacon, no tanto en la retransmisión- ha sido grabada con la requerida proximidad lo cual es de agradecer. Como tantas veces hemos dicho la indicación in die Ferne, en la lejanía, imposible de reproducir en un equipo de sonido es a menudo recreada con una absurda reducción en la dinámica, que impide disfrutar este bello pasaje mahleriano. Sereno y evocador, cuesta creer como en su día fue acusado de banal. Mención destacada también para las magníficas trompas de la London Symphony en su acompañamiento al final de cada sección del solo.

El retorno de la sección inicial nº17 Mit geheimnisvoller Hast resulta ahora etéreo, sugerente y tal vez más urgente. La aparición del hombre –evocada en la melodía del postillón- ha introducido un elemento inquietante en la atmósfera del movimiento y Gergiev se muestra plenamente consciente de ello.

La transición al segundo solo resulta mucho más enérgica y cruda siguiendo efectivamente la indicación mahleriana Grob! Tras este pasaje el discurso se transforma en un sorprendente arco dinámico que comienza ppp se eleva al fff y finalmente desciende al ppppp (nºs 30 a 32). Una vez más magnífico Gergiev en este evocador momento. El movimiento se cierra con una coda muy buen construida.

Notable nos resulta el cuarto movimiento “Lo que la humanidad me dice”. Gergiev lo entiende desde una óptica serena, intimista. Cuenta con Anna Larsson, una voz de lujo –no siempre será así en el ciclo- quien exhibe su canto profundo, grave, impregnado de un aliento trágico. Perfectamente acompañada por las trompas, una vez más muy seguras. Gergiev pide al oboe un mínimo hinaufziehen, casi inapreciable. En el caso del indicado para el corno inglés es evidente que ya ni intenta reproducirlo. Aunque Larsson muestra un mínimo vibrato, éste es un factor secundario ante la fuerza evocadora de su interpretación.

Si hasta ahora la versión ha resultado especialmente atractiva, los dos movimientos finales nos muestran a un Gergiev descaradamente incómodo; primero ante la música celestial del quinto movimiento y segundo y muy especialmente ante la intensa carga emocional de la página final de la obra. Será en estos dos movimientos donde se echará más en falta esa necesaria interiorización citada. No en vano son tal vez los dos movimientos más problemáticos de la obra; el primero a pesar de su brevedad por su atípica combinación de ingenuidad y trascendencia; el segundo por la dificultad de mantener la intensidad emocional a lo largo de su amplio tránsito.

“Lo que me dicen los ángeles” requiere una lectura brillante –excepto en su sección media- lustig, pero Gergiev no acierta con su tiempo rápido que no deja aflorar los matices de la escritura mahleriana. Hay una aspereza en el canto que se aprecia especialmente en los cuatro únicos compases cantados a capella: “bette zu Gott. Liebe Gott in allezeit”.

La dramática sección central, en la que San Pedro lamenta la transgresión de los diez mandamientos, se beneficia de la aportación de Anna Larsson, pero en cualquier caso no compensa las carencias de este movimiento.

Y llegamos a la cima de la obra; el momento más esperado y que da sentido al largo viaje previo. Inevitablemente y antes de si quiera haber escuchado la versión un hecho no nos va a pasar inadvertido; la brevísima duración del movimiento 20’22”, ¡qué realmente es aún menor: 20’08”!, pues la última pista incluye una larga pausa tras apagarse el eco de la nota final. Hay algunas versiones todavía más rápidas; por ejemplo Barbirolli, Horenstein (Turin, 1960), Kondrashin, Leinsdorf, Maderna, Mitropolous (ambas), Scherchen (Vienna, 1950), Schuricht, Hans Vonk, Tennstedt (LPO, 1979), Solti (las dos, pero especialmente 19’13” también con la London Symphony), Neumann I, etc. pero es evidente que estamos ante una minutación insólita, especialmente desde los ochenta. No olvidemos que hablamos de un movimiento cuya interpretación ha llegado a dilatarse hasta 30 minutos.

Sería un grave error prejuzgar una interpretación por su duración, pero lo que si es cierto es que cualquier versión que se sitúen en el extremo inferior de ese amplio rango que abarca de los 20 a los 30 minutos -¡hablamos de un 50% más de duración sobre la más rápida!- difícilmente se corresponderá a la descripción que del movimiento hizo el compositor: “todo se ha disuelto en paz y serenidad”.

El Adagio se inicia de una forma serena, un tanto vacilante; pero cualquier asomo de reticencia se despeja al momento. Es desde un primer momento una interpretación directa, concisa, sin afectación o artificialidad; más bien todo lo contrario, rozando lo superficial. Una primera transición atenuada en su expresividad –la melodía de los cellos a 0’57”- o un pasaje parsifálico (3’50”) algo desabrido empiezan a generar las primeras dudas acerca de la interpretación.

Sólo en las primeras páginas de la partitura Gergiev –quien por cierto nos ofrece unos apreciables gemidos (4’40”)- mantiene la coherencia en su displicente discurso. Cuando llega el primer clímax (5’35”) -demasiado rápido y expeditivo- los problemas de la interpretación ya son apreciables. Sí es cierto que cuanto a dinámica y articulación, la participación orquestal resulta impecable.

El retorno del Tempo I (7’16”) resulta excesivamente agitado, hasta el punto que la aparición del solo de flauta (8’00”) es un verdadero oasis en el desierto. Parece que por fin la música puede respirar pero en el etwas bewegter (10’15”) Gergiev vuelve a marcar un tiempo rápido que se lleva por delante las sutilezas de la partitura. Así el vehemente crescendo “bruckneriano” en el nº17 sehr leidenschaftlich, noch bewegter (11’30”) resulta decepcionantemente flácido. Una vez más es el flauta Garreth Davis quien con su sublime interpretación imprime nuevas dosis de emoción (13’50”).

El inicio del coral del metal resulta sutil pero igualmente rápido, pero tampoco el clímax straussiano se salva del desaguisado. Aunque se alcanza de forma convincente es resuelto de forma incoherentemente brusca. A la conclusión de la obra unos golpes de timbal desaforadísimos nos hacen pensar que más que a “Lo que me dice el amor” hemos asistido a un esbozo mahleriano de “la consagración de la primavera”. Curiosamente el calderón que cierra la obra se prolonga por un tiempo bastante breve; unos 6 segundos –muchas versiones superan los diez segundos. En el concierto en vivo –que por cierto para este movimiento considero más recomendable que lo que se llevó al CD- se prolonga por 8 segundos. Es una cuestión menor desde luego pero indicativa de la escasa afinidad emocional de Gergiev con este movimiento.

En conclusión, estamos una irregular aportación a la discografía de la obra en la cual podemos disfrutar de una interpretación reveladora de I y II movimientos, pero al mismo tiempo de una atípica y nada recomendable recreación del final. La excelente orquesta, una solista de lujo y una toma de sonido (en la capa de SACD) extraordinaria sólo nos compensarán parcialmente de las limitaciones de esta impetuosa Tercera.

17-VII-2009

© gustav-mahler.es