CONCIERTOS | CRÍTICAS DE CONCIERTOS LONDON · 19/DICIEMBRE/2014 · WIGMORE HALL
MARK BERRY
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LIEDER EINES FAHRENDEN GESELLEN
LIEDER AUS DES KNABEN WUNDERHORN
KINDERTOTENLIEDER
CHRISTIAN GERHAHER
GEROLD HUBER
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Siempre me ha resultado placentero escuchar a Christian Gerhaher en concierto. Éste recital en el Wigmore Hall no ha sido una excepción. Reconozco que me inquieté un poco al inicio de los Lieder eines fahrenden Gesellen. Realmente, de hecho, la interpretación de la primera canción, ‘Wenn mein Schatz Hochzeit macht’ me resultó problemática. Pero por supuesto uno debería siempre tener en cuenta que raramente se elige -si es que existe- un tiempo correcto para esta canción. Tal como Wagner observó en su brillante libro Über das Dirigieren -citado con aprobación en más de una ocasión por ese gran mahleriano que es Pierre Boulez- más que el propio tiempo, el aspecto realmente crucial es las relación entre los distintos tempi. (Y aun así, no creo que esto sea el quid de la cuestión, aunque sí se aproxime a él). Dicho esto, obviamente no todo vale; el absurdamente distendido tiempo adoptado para esta canción por Gerhaher y su pianista, Gerold Huber, simplemente no me entraba en la cabeza. Efectivamente las nupcias de la amada serán un día desgraciado (‘Hab ich meinen traurigen Tag!’) pero la música no parecía acompañar dicha lectura, y mucho menos cuando se observó un abrupto cambio de tiempo al inicio de la segunda estrofa. Por ora parte, dado que la voz a la que escucho estas canciones mentalmente con más frecuencia es la de Dietrich Fischer-Dieskau – ¡Qué gran intérprete era! – me sorprendió escuchar a Gerhaher desviándose ocasionalmente de la belleza para sonar ¡como una caricatura de Fischer-Dieskau! Pero hubo muchos aspectos admirables en la interpretación, no sólo en la voz de Gerhaher, sino también en su sensibilidad hacía el texto del propio Mahler. Huber de forma general deparó un buen acompañamiento, especialmente en los aspectos estrictamente formales, permitiendo que las estructuras emergiesen claras y definidas. Hubo, quizás, algunas ocasiones en las que pudo ser más flexible ; si un buen director puede serlo, con más razón un pianista debería ser capaz de serlo.
Siguieron diez canciones de Des Knaben Wunderhorn ( ‘Wer hat dies Liedlein erdacht?’, ‘Ablösung im Sommer’, ‘Ich ging mit Lust’, ‘Um schlimme Kinder artig zu machen’, ‘Rheinlegendchen’, ‘Der Schildwache Nachtlied’, ‘Lied des Verfolgten im Turm’, ‘Das irdische Leben’, ‘Zu Straßburg auf der Schanz’, and ‘Wo die schönen Trompeten blasen’): repartidas, las seis primeras antes del descanso, las cuatro últimas tras él. Gerhaher no opta -o al menos así no lo hizo- por presentar a Mahler como un proto-expresionista. Su instrumento y su temperamento son muy diferentes a los de, por ejemplo, un Matthias Goerne. Pero esto no significa que en modo alguno sea insensible a los variados requerimientos de la música y del texto.
Con él apreciamos un amplio rango similar de experiencias y avatares humanos. Tal como debe suceder con Mahler, siempre con un sesgo hacia el lado oscuro, incluso en aquellas ocasiones en las que Mahler muestra su cara más desenfadada. Al fin y al cabo ‘Rheinlegendchen’ expresa a través de las lágrimas un sentimiento de alegría casi mozartiano o cuando menos schubertiano. Y si Goerne nos puede emocionar como pocos artistas de hoy en este repertorio, la ambigüedad de Gerhaher tiene también mucho que decirnos por sí misma. Únicamente me pregunté si el cuco de ‘Ablösung im Sommer’ and ‘Um schlimme Kinder artig zu machen’ podrían haber sido algo más irónicos. La Naturaleza en Mahler siempre expresa alienación. Sin embargo, los personajes más populares, aquellos que están grabados de forma indeleble en nuestra consciencia brillaron a lo largo de todo el ciclo, impactando con su destinos y sus pensamientos a cualquiera que quisiera escucharlos. A pesar del afamado color de su voz, Gerhaher siempre es hábil modificándolo e incluso anulándolo. Y no sólo eso, Gerhaher es consciente de que la música llega como ninguna arte a los más importante, a lo inexpresable. Aquellos intérpretes que ignoren esto habrán fracasado.
Todas estas observaciones se pueden aplicar de forma más o menos similar a los Kindertotenlieder finales. Por supuesto el mundo de Rückert es bien distinto como también era el Mahler de esa época. Si embargo la temática, difícilmente permite la más mínima levedad -por decirlo de una forma suave. El talento de Gerhaher alcanzó en estas canciones su máxima expresión. Por supuesto el texto fue tratado con el máximo refinamiento pero el énfasis estuvo, en el fondo, en la riqueza de perspectivas concitadas. Tal como en las canciones del Wanderer pero aquí con todavía mayor lucidez a la ahora de resaltar las relaciones entre las palabras, la música y el colorido vocal. Las puntuales supresiones del vibrato fueron aplicadas de la forma más apropiada -sin que esto suene dogmático. La evocación de la niñez sólo podía venir desde la perspectiva del mundo de los adultos; de hecho los niños nunca consideran estas cuestiones. Gerhaher parecía estar hablando casi directamente por Mahler, con el conocimiento de que de que estás canciones son a la vez distantes y muy próximas al mundo del compositor. La sensible cita por parte de Huber del material temático de la primera canción en ‘In diesem Wetter, in diesem Braus,’ permitió a Gerhaher recordar todo lo que había cambiado mientras tanto: un viaje a través de estas canciones no puede dejar a uno inmutable. La propina, ‘Urlicht’ subyugó con una simplicidad que fue, nuevamente, de lo más apropiada para Mahler: más que naive sentimental, pero sentimental en el sentido de Schiller: como una plena aspiración a lo primero.
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