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SANTIAGO DE COMPOSTELA · 28/JULIO/2014 · HOSTAL DOS REIS CATÓLICOS
A CORUÑA · 29/JULIO/2014 · CENTRO SOCIOCULTURAL ÁGORA

PABLO SÁNCHEZ QUINTEIRO


5ª SINFONÍA / arr. Natalia Ensemble
NATALIA ENSEMBLE

(+ MAURICE RAVEL: PAVANE POUR UNE INFANTE DÉFUNTE)

El regreso del Natalia Ensemble a Galicia con su segundo proyecto ha constituido a mi juicio el acontecimiento mahleriano del 2014 en nuestro país. Tal como contamos en gustav-mahler.es hace un año, por estas mismas fechas, su debut con la Cuarta Sinfonía nos había sorprendido y causado admiración, no sólo por el extraordinario resultado musical sino también por el el empeño y el entusiasmo que el grupo había invertido en llevar la nave, frente a viento y marea, a buen puerto . No hubiese sido una sorpresa que, como tantas iniciativas heroicas, todo se hubiese quedado en una feliz pero única entrega. Supuso por ello una inmensa alegría descubrir hace unos meses que los miembros del Natalia Ensemble no sólo estaban preparando un segundo proyecto sino que además este iba a ser incluso mucho más ambicioso y exigente que el anterior.

Siguiendo su felicísima idea de retomar el testigo de la Sociedad para Interpretaciones Musicales Privadas de Arnold Schoenberg (Verein für musikalische Privataufführungen) el Natalia ha abordado en esta segunda entrega ni más ni menos que la Quinta Sinfonía. Son bien conocidas la ediciones de los arreglos de cámara de la Primera, la Cuarta, la Canción de la Tierra y recientemente de la Novena. Incluso me constan interpretaciones camerísticas de la Segunda, pero la Quinta permanecía, por razones obvias, un territorio inexplorado en este tipo de abordaje.

Existe coincidencia entre todos los estudiosos a la hora de considerar esta sinfonía Mahler como un relevante salto adelante en cuanto a la sofisticación y complejidad de su escritura orquestal. La densidad de las texturas orquestales, la riqueza de su escritura polifónica y contrapuntística, la concurrencia simultánea de dinámicas y registros dispares en las distintas secciones orquestales y la grandilocuencia de buena parte de su discurso son aspectos que están probablemente detrás de esta inexistencia de versiones camerísiticas -salvo lógicamente el caso aislado del Adagietto.

Por suerte el éxito de las versiones de cámara citadas, consolidadas tanto en grabaciones como interpretaciones, ha hecho perder el miedo a este tipo de abordaje y tal como comentaba anteriormente, recientemente el especialista alemán Klaus Simon estrenaba y grabada una versión de la Novena que promete ser reveladora. Incluso nos ha llegado información acerca de su transcripción -todavía en marcha- de la Quinta. Pero el histórico honor de haber dado vida a la primera versión camerística de la Quinta se lo debemos al Natalia Ensemble. Y el gran privilegio de disfrutarla en primicia mundial ha correspondido a los asistentes a sus conciertos en Santiago y Coruña.

He de reconocer que, por las razones citadas, cuando tuve noticia de que el Natalia Ensemble había seleccionado la Quinta para su segundo arreglo mahleriano, no daba crédito. Sin embargo, cuando meses después nos acercamos a su primer ensayo en Santiago de Compostela, la curiosidad se transformó en entusiasmo. Antes de haber entrado en la sala ¡aún en la calle! nos sobrecogió el poderío y el vigor que transmitía el eco de la música que en ese momento trabajaban; el Scherzo ¡Al momento entendimos que la versión iba a funcionar!

¡Y efectivamente funcionó! Si habitualmente en estas reseñas nos centramos en el concierto; en este caso sería injusto centrarse en el momento en el que la criatura salió a la luz. Detrás de los dos magníficos conciertos hubo una dilatada y exigente gestación; un esfuerzo de laboriosísimos meses; esfuerzo que se multiplicó de una forma exponencial en sus últimas semanas, ya con el Ensemble reunido. Tuve la suerte de poder ser parcialmente testigo de este proceso; de las horas que los miembros dedicaban cada día -mañana, tarde y noche- a los ensayos, sin apenas descanso, sin disfrutar de un Santiago festivo, ni de los días de playa que le estaban robando a sus vacaciones, comiendo malamente lo que llevaban en sus tuppers; así día tras día. Pero ni una sola cara larga; al contrario, sólo me transmitieron pasión por la música, buen humor, amistad... Eso sí, cuando se metían en la partitura sólo había un objetivo: hacer música al máximo nivel, tal como hacen en sus orquestas respectivas. En ese momento, toreando semejante Miura, saltaban sin embargo las chispas ¡Alguna vez salí asustado de allí! ¡Aquí se va a armar la mundial! no podía dejar de pensar.

Creo que en las mentes de todos rondaba la misma idea ¡Ya entendemos porque nadie ha hecho esto antes! A la dificultad de redondear el arreglo se sumaba la ausencia de un director. En la crónica de la Cuarta del año pasado me detenía en este aspecto, comentando la valentía de abordar este repertorio concreto sin director ¡Qué fácil es para el músico delegar tantísimas decisiones en la batuta! ¡Pero cuanto se gana sin director en espontaneidad y sobre todo en implicación de todos y cada uno de los intérpretes! En el ensayo era necesario alcanzar un consenso -a veces oral, a veces telepático- de diecisiete personas; algo casi virtualmente utópico. Pero justo eso es lo que distingue al Natalia Ensemble de otros grupos. No se diferencia únicamente por el extraordinario nivel técnico de sus miembros sino también y por encima de todo porque el Natalia es una hermosa utopía. Una utopía altruista que nace de su pasión por la música y por las personas, hecha realidad gracias a su generosidad, por su entusiasmo, costeándola de su bolsillo, renunciando a su tiempo libre o a ofertas más provechosas económicamente. Una utopía que es un ejemplo del que todos los que la seguimos hemos aprendido infinitamente. Un ideal artístico llevado a cabo ¡y esto es lo más triste! sin tener detrás el respaldo mediático e institucional que merece. Esto dice mucho del Natalia, pero también de nuestras instituciones, de nuestros medios de comunicación, de nuestra sociedad en definitiva. Aun así, no pierdo la esperanza de que en su tercer proyecto no haya que reiterar este apartado; el único doloroso de estas reseñas.

Tras esta introducción creo que el resultado musical de ambos conciertos pasa a un segundo plano aunque ni que decir tiene que fue desde luego memorable. Por suerte ambas entregas fueron grabadas con lo que es de esperar que todos lo disfrutaremos. La adaptación y la interpretación del Ensemble hizo sobradamente justicia al lúcido objetivo de la sociedad schoenbergiana: llegar a la esencia de la partitura sin que la expresión ni el impacto de una lectura orquestal se resientan.

Como apasionado de la música y de la personalidad de Gustav Mahler me emociona comentar que con estos dos conciertos se cerró un arco en el tiempo- Éste se inició con los sucesivos intentos por parte del propio Mahler de aligerar y hacer más transparente la densa orquestación primigenia -esfuerzos culminados meses antes de morir-, se continuó con el proyecto interrumpido de la Sociedad de Interpretaciones Privadas y culminó ¡quién lo diría! en nuestra Galicia irredenta en este verano de 2014.

Concluyo esta reseña con unos datos complementarios. Aunque como digo el arreglo fue el fruto de un trabajo colectivo, su responsabilidad mayoritaria correspondió a dos miembros del grupo: el contrabajo José Andrés Reyes y el flauta André Cebrián.

Frente a su arreglo anterior -la Cuarta del verano pasado- en la que los metales estaban ausentes del grupo, en la Quinta esto ya no era posible. Aunque desde la Primera Sinfonía son fundamentales en la orquestación mahleriana, en la Quinta adquieren un protagonismo muy superior, tanto por el carácter concertístico del primer y tercer movimiento, como también por su protagonismo continuo en todas las texturas orquestales e incluso en la progresión del discurso musical. El Natalia se reforzó por ello con dos jóvenes músicos primerísima línea; el trompeta Jonathan Müller y el trompa Maciej Baranowski. El primero miembro de la Gewandhaus de Leipzig y el segundo de la hr de Frankfurt. Sobra decir los retos que la obra plantea para ambos instrumentistas. En este caso no sólo deben asumir dichos retos como solistas sino además reemplazar de forma continua a toda la sección. Una auténtica marathón musical para ambos que resolvieron con una musicalidad y seguridad asombrosa. Fue todo un acierto su presencia.

Sin duda sería injusto particularizar; pues en el Natalia podemos hablar de primus inter pares Así, también extraordinaria la sección de cuerdas ¡el quinteto formado por Luis Esnaola, Oleguer Beltrán, Behrang Rassekhi, Raúl Mirás y el citado José Andrés! Por supuesto tuvieron especial protagonismo en el Adagietto, junto con el arpa de Bleuenn Le Friec y el armonio de Esteban Domínguez. Bien conocidas las maderas de primerísima fila mundial, Miriam Pastor, Darío Mariño, el citado Cebrián y una novedad en el grupo; una fuera de serie de su instrumento con un futuro por delante impresionante, la fagotista lalinense María José Rielo. El grupo lo completaban de forma decisiva cuatro musicazos en todos los sentidos, Irene Alfageme al piano y los percusionistas Jaume Santonja, Sabela Caridad y Manuel Martínez.

En cuanto a los conciertos, aquellos que repitieron ambas veladas disfrutaron dos interpretaciones complementarias. En Santiago, al aire libre, el escenario estaba lleno de poesía y el vínculo con el público era más estrecho. Hubo los inevitables problemas del aire libre, aunque estos por desgracia se multiplicaron en el Adagietto pues el público espontáneo -huéspedes del hostal que se asomaban a las ventanas de la primera planta- no fue especialmente cuidadoso con las ventanas. Cantos de gaviotas, música de gaitas como fondo. Personalmente no me distrajeron excesivamente. Más bien me hicieron pesar en la conocida concepción que Mahler tenía de la música sinfónica, como collage de todo tipo de esferas musicales.

En el Ágora de Coruña las circunstancias fueron las ideales para un concierto clásico, con un público de todas las edades muy respetuoso, una acústica agradecida y una interpretación abrumadora que causó el mayor de los entusiasmos.

El programa se completó con la hermosa Pavana de Ravel, oportunamente programada pues el compositor conoció y admiró de primera mano el trabajo de la Vereinigung schoenbergiana y una despedida con un vals de Strauss, romántico, evocador, con un final inesperado, sorprendente, como todo lo que el Natalia nos ofrece ¿Qué nos deparará el Natalia 3.0?

Antes el público de la capital de España tendrá la oportunidad única de disfrutar esta Quinta irrepetible en el Auditorio Nacional, el día 3 de enero.

© gustav-mahler.es