CONCIERTOS | CRÍTICAS DE CONCIERTOS LONDON · 07/ENERO/2014 · WIGMORE HALL

MARK BERRY
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LIEDER AUS DES KNABEN WUNDEHORN
MATTHIAS GOERNE
LEIF OVE ANDSNES
(+ SHOSTAKOVICH) |
El Wigmore Hall nos ofreció en esta ocasión un recital de auténtica categoría en todos los sentidos, tanto por la interpretación de Leif Ove Andsnes como por el canto de Matthias Goerne. Si me viese en la disyuntiva de tener que elegir entre ellos diría que el primero se encontraba en mejor forma, hasta el punto de que parecía dedicarle a su acompañamiento la misma intensidad de la esperable en un recital en solitario. Mi único reparo se limitaba a las canciones de Shostakovich. Posiblemente un recital exclusivamente mahleriano hubiese sido excesivo -o tal vez no- pero sin duda existen canciones al mismo nivel de las de Mahler perfectamente dignas de haber sido programadas. Sí es cierto que fue una interesante idea el interponer la seis canciones de la Suite sobre versos de Michelangelo Buonarotti, op.145 pero me temo que el nivel de inventiva musical –tal como sucede tan a menudo con este compositor- no es especialmente alto. A pesar de la magnífica interpretación, estas canciones daban la impresión de ser obras superfluas o al menos de hacer el papel de meros rellenos que en modo alguno llegaban a complementar a Mahler.
El concierto se abrió con un atípico momento de relativo optimismo: el Rückert Ich atmet’ einen linden Duft. La introducción de Andsnes aportó una digitación mágica y una claridad casi bouleziana. Como sucede con la mayoría de estas canciones es difícil no pensar en la versión orquestal, pero es un gran mérito de Andsnes la forma en que igualó las expectativas pianísticas a las orquestales. Ambos artistas ya desde esta primera canción transmitieron una sensación mágica. No se trataba de un aperitivo musical. La disonancia sobre la “Hand” de “von lieber Hand” fue realzada sabiamente. Estábamos ante un verdadero rubato, en el sentido de tiempo robado más que modificado, con lo que el fraseo resultaba muy enriquecido. Wo die schönen Trompeten se benefició de una sutil contribución pianística. Era tan evocadora que no se echaba en falta a la orquesta. De hecho daba la sensación de que está realmente estaba presente aunque sonando con un intimismo a la atura del dúo y del propio Wigmore Hall. Goerne desplegó una variedad de registros vocales pero siempre preservando la continuidad del discurso. Al mismo tiempo la sobriedad en la escritura maheriana relucía intacta. Entre las primeras dos canciones mahlerianas se interpretó Mañana de Shostakovich, ¿sobria o simplemente vacía? Me sonó a un Britten ruso, con el mismo torrente de notas que en Muerte en Venecia. Andsnes aportó un atinado parlando en las secciones más recitativas. La interpretación de Separación hizo lo imposible para salvar a la canción de su exceso de melancolía.
Fue sorprendente escuchar la canción del Wunderhorn, Es sungen drei Engel einen süßen Gesang como canción individual en lugar del más habitual movimiento de la Tercera Sinfonía; aunque es casi imposible olvidarse de la impronta no sólo de la orquesta sino también del coro de niños. La interpretación de la misma estuvo provista de un sutil sentido de narrativa dramática. Das irdische Leben fue interpretada febrilmente, con una furia contenida pero inapelable, un sutil escenario que Shostakovich sólo podría soñar. Liszt y Wagner eran evidentes influencias en las siguientes dos canciones de Rückert. Andsnes desplegó sin reparos ese antecedente armónico romántico. También se mostró muy lúcido realzando el esqueleto del proceso musical mahleriana. En Wenn die Mütterlein nos dejó sobrecogidos de la misma manera que a pesar de que no es fácil aportar unidad a la versión pianística de Urlicht, Andsnes y Goerne no pasaron ninguna dificultad de ese estilo.
Recreando la línea melódica de la Noche de Shostakovich, Andsnes volcó la misma intensidad que hubiese puesto en la interpretación de una pieza en solitario. En Inmortalidad desplegó toda la extravagancia de la pieza, mientras que en Muerte la interpretación fue impecable, sin la más mínima falla o crudeza. Fue sin embargo un alivio volver a Mahler. La línea melódica de Ich bin der Welt abhanden gekommen fue recreada a la altura de un movimiento lento beethoveniano, mientras que el ritmo y la armonía rítmica fueron los motores de Revelge. La exuberancia vocal de Goerne -oscura y furiosa- rozaba lo intimidatorio. Me resultó la respuesta al absurdo militarismo de Michael Gove más contundente que nunca haya escuchado. Der Tambourg’sell sonó especialmente sobrecogedor en su parte pianística, con unos tambores premonitorios de Bartók (tal vez no sea casual que éste sea una especialidad de Andsnes). La desolación de una dura caminata y de un mísero final flotaba por encima de la esperanza que nos brindaba la propina, el Hoffnung beethoveniano. Al igual que en el conjunto del recital no obtuvimos respuestas claras; por no decir que no encontramos respuesta en absoluto.
ver crítica en inglés (English)
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