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CONCIERTOS | CRÍTICAS DE CONCIERTOS
A CORUÑA · 21/OCTUBRE/2011 · PALACIO DE LA ÓPERA

PABLO SÁNCHEZ QUINTEIRO


2ª SINFONÍA "AUFERSTEHUNG"
MARÍA ESPADA
YVONNE NAEF
CORO DE LA SINFÓNICA DE GALICIA
CORO DE LA COMUNIDAD DE MADRID
ORQUESTA JOVEN DE LA SINFÓNICA DE GALICIA
ORQUESTA SINFÓNICA DE GALICIA
VICTOR PABLO PÉREZ

La Orquesta Sinfónica de Galicia abría el pasado viernes 21 de octubre su temporada 2011-2012 con su último concierto mahleriano en este bienio conmemorativo. La obra elegida fue la Segunda Sinfonía, un clásico de Víctor Pablo Pérez y de la Sinfónica, quienes la habían interpretado por vez primera en la etapa inicial de la orquesta, en concreto en mayo de 1997, celebrando el 5º aniversario de la orquesta –con Jadwiga Rappe y Gwendolyn Bradley como solistas- y más recientemente en el 2004, en el contexto de la integral mahleriana de la orquesta –con Marjana Lipovsek y Cinzia Forte-. Igualmente el coro de la sinfónica conoce bien la obra pues no sólo la cantó en estas ocasiones citadas sino también en otros escenarios como es el caso de una Segunda en Palma de Mallorca que en su día pude presenciar.

Aunque por estos lares, doblemente periféricos, una Segunda de Mahler sigue siendo un acontecimiento musical, en esta ocasión las mentes de los abonados a la orquesta estaban sin duda abstraídas en una cuestión menos placentera; la preocupación generalizada por la situación de la orquesta. Y es que ésta vive -justo en la temporada de su vigésimo aniversario- envuelta en un mar de dudas e incertidumbres. A la reciente marcha del gerente y la inminente de su director titular -ambos puestos todavía sin cubrir, aunque ha sido ya presentado un candidato al primero de ambos puestos en medio de un polémico proceso- se suman las dudas generadas por el cambio de gobierno en la alcaldía coruñesa -mayoritario soporte económico y moral de la orquesta- pero también por los recortes en gestión cultural del gobierno autonómico. Por si fuera poco, las serias dudas sobre la continuidad de la obra social que todos estos años ha desempeñado la “bancarizada” Caixa Galicia aderezan un panorama de sombrías perspectivas.

Por estas razones el hecho de que en la sala estuviesen presentes no sólo el actual alcalde Carlos Negreira sino también sus antecesores, Francisco Vázquez, inspirador e impulsor del proyecto inicial, y Javier Losada quien en su mandato mostró un apoyo incondicional a la orquesta, fue desde luego un signo tranquilizador para los incontables seguidores de la orquesta. No olvidemos que salvo el caso del omnipresente balompié los conciertos de la sinfónica constituyen el único espectáculo que consigue congregar en la ciudad coruñesa semana tras semana a más de 1600 personas –a los que habría que sumar los asistentes a los conciertos ofrecidos en una segunda entrega; el llamado Festiclass, que por cierto incluyó este concierto en su programación. Pero a diferencia del fútbol de élite una orquesta como la sinfónica aporta a la ciudad un beneficio no sólo cultural sino también formativo y educativo de un valor incalculable. La presencia de los tres regidores constata este hecho y envía a los aficionados un mensaje esperanzador en estos tiempos de frustración.

Pero no todo es negativo en la crisis. En ocasiones no hay más remedio que hacer de la necesidad virtud y lo que sigue es un buen ejemplo. En temporadas anteriores los refuerzos de la plantilla eran establecidos en base invitaciones a músicos procedentes de orquestas españolas y extranjeras. Parece ser que la orquesta no puede ya asumir ese cuantioso esfuerzo económico y esto se ha traducido en que los músicos jóvenes que la propia orquesta ha formado, inicialmente en su orquesta infantil y posteriormente en la joven orquesta, cuentan ahora con muchas más opciones de poder trabajar con la orquesta senior. Y lo cierto es que, sin olvidar las serias críticas que podemos hacerle, hay que reconocer que la formación musical en el sistema educativo gallego ha sufrido un notable avance y hoy por hoy un buen número de jóvenes están en condiciones de integrarse exitosamente en un concierto de esta categoría. Los refuerzos se centraban en las secciones de percusión y metal y a pesar de anecdóticos fallos puntuales el balance es realmente positivo. Bienvenida sea la crisis, al menos en este aspecto.

No puedo dejar de dedicar un espacio de esta reseña a una cuestión sangrante, lamentabilísima, que ya venimos arrastrando tanto público como intérpretes desde la temporada pasada y que en los conciertos que han transcurrido de la presente incluso se ha magnificado. Se trata de una terrible interferencia; una especie de pitido o acople claramente perceptible, muy especialmente en los momentos de silencio o pianísimo. El efecto es absolutamente nefasto y de esta manera estropeó el arranque del Urlicht o el pianísimo inicial del coro en el último movimiento. Como decimos, la temporada pasada ya se sufrió; incluso en un concierto el maestro Rizzi mostró visiblemente su enfado; en otros la megafonía culpó al hipotético audífono de un hipotético espectador sordo, pero lo cierto es que ahí sigue el problema, sin que se demuestre el más mínimo interés pro solventarlo. Al margen de la interferencia de marras; a lo largo del concierto se escucharon todo tipo de ruidos, melodías de móviles, conversaciones, celofanes, pulseras, abanicos y un largo etcétera. Por si fuera poco, en uno de los momentos claves del último movimiento disfrutamos de un sonoro trompetazo procedente del estudio de grabación.

Concluyo la crónica pre-concierto citando un aspecto positivo: disfrutamos una vez más de las excelentes notas de José Luis Pérez de Arteaga.

Entrando ya en la interpretación sobre la que haremos un breve recorrido movimiento a movimiento, en primer lugar me gustaría destacar que la orquesta, sin duda consciente de la importancia de esta primera noche, tocó con una intensidad que, por razones ya comentadas hasta la saciedad, no es precisamente habitual cuando su director titular está al comando. La participación juvenil fue sin duda definitiva en este aspecto. Para todos ellos tocar con una orquesta sinfónica de este nivel supone el mejor complemento a años de estudio y esfuerzo.

Aunque como comentábamos anteriormente Víctor Pablo puede presumir de una amplia experiencia en esta obra, no cabe duda que construir una Segunda de Mahler constituye un reto mayúsculo. Es fácil para el director caer en esta sinfonía, sin duda la más episódica y teatral de todas las que Mahler compuso, en la tentación de atribuirse un excesivo protagonismo. También es fácil dejarse llevar por el impulso de seguir obsesivamente las detalladas instrucciones presentes en la partitura, texto prolífico en hiperbólicos contrastes de tiempo y dinámicas, desde un quíntuple pianissimo a los más intensos fortissimos.

Sin embargo no se le puede criticar al director burgalés por ninguno de estos aspectos. La concepción de la obra de Victor Pablo está muy en consonancia con las más habituales en la actualidad. Su Segunda, frente a lecturas viscerales y vehementes -predominantes en los años sesenta y setenta- presenta un enfoque más naturalista y equilibrado en el que lo psicológico se impone a lo efectista. Para entendernos, son ejemplo discográfico de esta aproximación las recientes de Haitink en CSO Live, Zinman en RCA o Eschenbach en Ondine. Sin que necesariamente este tipo de interpretaciones sean más o menos acertadas, ni impliquen una mayor profundización en la partitura, sí ponen de relieve determinados aspectos minimizados en esos enfoques decididamente dramáticos.

No cabe duda de que aproximaciones como las de Víctor Pablo requieren un mayor esfuerzo por parte del oyente y una contribución orquestal de primera línea que mantenga de forma exitosa la tensión y continuidad en el discurso. A pesar de actuar la orquesta a gran nivel lo cierto es que en muchos momentos –al margen de las inevitables pifias- se echó en falta ese plus, ese ir más allá de las notas que en compositores como Mahler son clave para hacer de una interpretación sublime. Obviamente estoy planteando una utopía pues la Sinfónica ni de lejos es Cleveland, ni Chicago ni incluso la Tonhalle por citar las orquestas de las grabaciones reseñadas anteriormente. Que sus músicos puedan recrear de una forma seria y creíble una partitura como la Segunda es motivo más que suficiente para deleitarnos.

Es interesante destacar un aspecto que ya en su día comentamos cuando recientemente Víctor Pablo dirigió la Tercera de Mahler. Una fidelidad a sus propios tempi que, si se permite la exageración, dan la sensación de que el burgalés tiene un metrónomo en su cabeza. Pocos directores mantienen en las sinfonías mahlerianas de forma tan constante su concepción de los tempi como él. Y aunque las duraciones son sólo una aproximación a este hecho, valga como ejemplo que el primer movimiento le duró en esta ocasión 23’14” justo 14 segundos menos que hace siete años, o el dilatado final sólo le duró en esta ocasión 13 segundos más. Al margen de estos números lo cierto es que Víctor Pablo siguió fiel a su concepción de la partitura, no en vano ha sido siempre uno de sus éxitos más sonados, como una vez más sucedió el pasado viernes 21.

El Allegro maestoso inicial se abrió con gran energía; con una incisiva respuesta en unísono de la cuerda grave. Una acústica más resonante hubiese intensificado este momento clave. La entrada de las maderas resultó auténticamente mordaz, creciendo el discurso solemnemente en intensidad hasta alcanzar el primer tutti. La sección lenta subsiguiente, el Beruhigend, fue la redonda culminación de un amplio arco inicial. Prototípico del Mahler de Víctor Pablo es el Lento sehr mässig und zurückhaltend que dilata y estira, creando un sutil y misterioso contraste. Hubo una cierta inestabilidad en el solo del concertino, sin embargo el arranque del Schnell que marca el comienzo de la sección central resultó sobrecogedor. Como timbalero esta noche se alineó José Belmonte quien estuvo seguro y muy enfático.

El Molto Pesante una de las especialidades de Victor Pablo fue bien construido pero el énfasis en el redoble orquestal conclusivo no resultó tan sobrecogedor como en ocasiones previas. No es el efectismo mal entendido lo que más caracteriza a la música de Mahler pero sí el saber introducir en todos los movimientos de sus obras pasajes en los que la curva expresiva alcanza picos sorprendentes y sorpresivos que recuperan o intensifican la atención del oyente. Éste es sin duda uno de ellos, sobre todo para aquellos entre el público que no conocen bien la obra; una pena que no fuese aprovechado con todos los recursos disponibles. Tras él la recapitulación resultó nuevamente satisfactoria pero el progresivo y sobrecogedor crescendo orquestal careció de ese plus de intensidad deseable. Como era de esperar Víctor Pablo concluye el movimiento llevando la escala descendente final a un tiempo moderado.

Sin pausa de cinco minutos se abordó un mucho menos convincente Andante moderato. Su primera sección fue expuesta de forma lenta y galante, incluso con un cierto amaneramiento. En cierto modo la indicación Sehr gemächlich podría interpretarse desde esa perspectiva; pero más criticable fue el discreto fraseo en el delicado diálogo entre violas y chelos. No destaco a los solistas de la orquesta en este movimiento, a mi juicio el más sutil y a la vez el más difícil de la obra. También como colectivo no brilló la Sinfónica. Por ejemplo, esperaba un acorde de los bajos antes de la entrada de flauta y clarinete más impactante. Igualmente en el Energisch bewegt sería deseable un sonido orquestal más empastado. El director no se libra de la censura; en el evocador nº9 con su hermosa entrada de flauta o en el posterior diálogo de trompeta y trompa debería haber intentado enfatizar su protagonismo. Lo mejor sin duda fue la sección en pizzicati del Wieder in Tempo zurückgehen y cantabile del Breit.

Tras esta lectura rutinaria el Scherzo. In ruhig fliessener Bewegung resultó igualmente decepcionante. Víctor Pablo lo condujo a un tiempo notablemente moderado. En si mismo ningún problema salvo que este enfoque conlleva el riesgo de ir en detrimento de la mordacidad, de la ironía latente en una página que cuenta con un subtexto claramente descriptivo de las intenciones del compositor. Este perpetuum mobile es una magnífica oportunidad para el lucimiento de los músicos, atril a atril, o no siendo tan optimistas, una prueba de fuego para los mismos. Los músicos de la Sinfónica optaron por la seguridad, lo cual unido a la adherencia plena del director a la indicación nicht eilen hicieron que la lectura de este Scherzo cayese en lo rutinario, o siendo benévolo, en la mayor de las correcciones. Justo lo menos adecuado para música de esta naturaleza políticamente incorrecta. Cuando llega el gran colapso de este “todo fluye” mahleriano, éste llega de forma un tanto incoherente o como mínimo inconexa con la interpretación previa. Únicamente -como a menudo sucede en las interpretaciones de este movimiento- la resolución resultó adecuadamente mordaz e incisiva.

Afortunadamente el Urlicht recuperó el buen nivel del Todtenfeier inicial, en parte gracias a una excelente Yvonne Naef. Una célebre cantante, ya en la cincuentena, que curiosamente sólo en los últimos años empieza a ser asidua de la discografía mahleriana con participaciones en la Segunda de Bychkow y las Octavas de Tilson Thomas y Zinman. Para algunos su Röschen Rot debería haber sido auténticamente tief o su segunda sección del Lied haber transmitido una mayor inocencia. Pero lo compensó sobradamente con una musicalidad exquisita. En cuanto a su instrumento, mostró un ligero vibrato y una cierta nasalidad, pero ciertamente fueron estos aspectos superfluos ante la capacidad de emocionarnos que por ejemplo exhibió en su plegaria Ich bin von Gott. Víctor Pablo hizo una interesante recreación, densa, muy pesante, absolutamente sombría, realmente interesante. En lo negativo es necesario insistir hasta la saciedad que ¡Sufrimos en todos los pianissimos la horrible interferencia!

Y sin dar tiempo al concierto de toses, carraspeos y pañuelitos Víctor Pablo atacó violentamente el apocalíptico y teatral final. Una vez más el pódium evitó intensificar los aspectos más teatrales o dramáticos de la partitura. Es la suya una visión más reflexiva que descriptiva, llevada a un tiempo uniformemente moderado. Sin hacer una descripción detallada que prolongue excesivamente esta reseña destacar fundamentalmente dos aspectos claves, la esperanzadora intervención de los refuerzos de la Joven Orquesta, especialmente su sección de metales que tuvo que asumir el difícil reto de las fanfarrias in die Ferne. Hubo fallos en ellas, evidentes sobre todo en la segunda intervención; el eco al canto de las flautas que precede al arranque del Auferstehen –pero ¡en cuantas interpretaciones en vivo de orquestas de primera fila podemos escucharlas!- pero en general el balance de su aportación fue muy positivo. Y el segundo aspecto, la aportación crucial de los dos coros que fue sobresaliente, no desentonando lo más mínimo el coruñés con respecto a sus colegas madrileños. Los meses de entusiasta trabajo con su director, Joan Company, dieron los esperados frutos.

Tras más de tres cuartos de hora de interpretación al límite de sus posibilidades este movimiento se convierte para la orquesta en una auténtica escalada alpina musical. Pero lo cierto es que la orquesta respondió fenomenalmente, al menos hasta la sección conocida como Marcha de los muertos. Así disfrutamos de un sobrecogedor coral del metal wieder sehr breit o del extraordinario crescendo de la percusión subsiguiente. Sin embargo con la llegada de la marcha citada fue apreciable que los músicos empezaban a mostrar cierto cansancio. También es justo reconocer que esta marcha es terriblemente exigente para trompas y trompetas. Aunque la cuerda, como en todo el concierto, estuvo irreprochable sí faltó un balance dinámico más adecuado entre las secciones y siendo más exigente un mayor refinamiento. En la explosión orquestal previa al Langsam central el resultado rozó lo estridente. Se echó en falta más trabajo en este otro punto G de la partitura.

Es interesante señalar que en otras ocasiones Víctor Pablo, a mi juicio acertadamente, había hecho levantarse al coro en el clímax de la marcha de los muertos. No es precisamente el momento habitualmente escogido y sin embargo añade un impacto visual a la interpretación muy oportuno. Sin embargo en este caso prefirió que la primera parte del Auferstehen fuese cantado con el coro sentado, sin duda para intentar conseguir un pianissimo aún más al límite de lo auditivo. Los coros solventaron sin problema esta dificultad añadida.

Los que no estuvieron tan a la altura fueron los responsables de la maldita interferencia que destrozó literalmente la hermosura de este pianissimo. Imaginando la rabia que por dentro debía estar sintiendo el responsable musical de la orquesta cuesta creer que sea incapaz de poner fin a esta pesadilla.

Intentando obviar este tema disfrutamos una sutil lectura del coro, y también de una lírica y refinada recreación musical del evocador interludio orquestal entre las dos primeras secciones corales. También resultó muy atractiva la entrada de la soprano María Espada -célebre por su intervención reciente en la Octava del ciclo mahleriano del Concertgebouw- aunque un desgraciado fallo del trompeta en este momento clave deslució el pasaje. En su dúo posterior con Naef la soprano se mostró sin embargo algo excesiva.

El Auferstehen, con dos formaciones corales tan motivadas y inspiradas fue un momento de triunfo. Es uno de los hits de Víctor Pablo y lo cierto es que lo dirige como pocos. Siempre con él es especialmente clarividente la forma en que prepara la entrada coral sobre el Auf; es sólo un silencio y una nota y sin embargo no pocos directores célebres son incapaces de resaltar este pasaje con la intensidad que siempre consigue el burgalés. Con respecto a otras lecturas suyas fue sin embargo algo más ceremonioso en los últimos versos. El postludio orquestal resultó igualmente convincente aunque resultó decepcionante la escasa presencia de las campanas.

Seis minutos de cálidos aplausos agradecieron a los intérpretes su notable esfuerzo y ciertamente hicieron olvidar las sombras que planean sobre el proyecto de la Sinfónica de Galicia. Es esperanzador comentar que posteriores conciertos en la temporada han preservado un gran nivel interpretativo y una asistencia de público incluso superior a otras temporadas. El poner a la venta entradas anteriormente retenidas por patrocinadores que no hacían un buen uso de las mismas ha sido un notable acierto.

El apoyo incondicional del público al proyecto de la Sinfónica sigue tan firme e incondicional como siempre. Sólo queda confiar en que la renovada gestión técnica y musical de la orquesta permita aspirar a una mayor excelencia musical y abordar retos todavía más exigentes pero a la vez más estimulantes para músicos y público.

© gustav-mahler.es